Por Rodolfo Patricio Florido.-

Y ganó el “creído de Barrio Parque”. Vaya la ironía, porque son inconmensurables las falacias que en una campaña repleta de chicanas han abundado las mentiras en lugar de las ideas. Si el pueblo eligió bien o mal lo sabremos en un par de años. Lo que es claro, es que después de 32 años ininterrumpidos de democracia, el pueblo decidió intentar transitar un camino que nunca antes había explorado. Esto es, un gobierno que no sea ni el Peronismo (en alguna de sus múltiples expresiones ideológicas) o la UCR en una cuasi soledad.

Nadie sabe cuál será el resultado. Es un gran interrogante. Aquellos que hablan de que “Cambiemos” y Mauricio Macri en particular es una expresión de la Alianza o una representación de “la patria agropecuaria concentrada”, esa suerte de aristocracia ganadera que hace años que no existe, se equivocan. Macri es un hijo de la industria.

Su padre, Francesco Franco Macri, ese italiano argentino que naciera en Roma y que llegara a la Argentina en 1948/9 a los 18 años, era pobre y, como tantos italianos, llegó dos años después que su padre, Don Giorgio Macri. A los 18 años Macri entró y se instaló en la Argentina trayendo consigo a sus hermanos menores y sin hablar castellano. Su padre Giorgio Macri ya llevaba viviendo dos años aquí. Comenzó a trabajar como asistente de un ingeniero civil también de origen italiano. En 1951 fundó una empresa dedicada a la construcción, que luego daría origen a lo que actualmente es Sideco Americana. El tiempo pasó y de aquel italiano que llegara al país durante el Gobierno de Perón, construyó un imperio económico que hoy tiene empresas (en Argentina y el exterior) propias y en participación como Sideco Americana, Creaurban, IECSa, Civilia Engenharial, Sevel, Fiat Argentina, Chery, Qualix ECO teco (Maldonado Punta del Este), Manliba, Qualix. En 2002, el Grupo Macri se asoció con el Grupo Mauro para gestionar empresas del rubro como Ecol S.A., Transmetro S.A., Aseo S.A., Lodimet S.A. (ex Manliba), Saframa S.A.2. Correo, transporte, comunicaciones y concesiones estatales no estuvieron fuera de su hábitat comercial. Movicom (transformada en Movistar), Pago Fácil, SHIMA (Ferrocarril Belgrano Cargas), Autopistas del Sol, MacAir (operador de Aerochaco, Sur Líneas Aéreas, Líneas Aéreas de Entre Ríos -LAER-), Itron. La industria de la alimentación y la minería también fueron inversiones en las que se diversificó. Canale fue de Macri, aunque ahora pertenezca a Nabisco. La empresa es socia de muchas extractoras de petróleo y otros carbocombustibles asociadas al Grupo Galileo.

En pocas palabras, es un industrialista y, como tal, está muy lejos de los así llamados emprendimientos especuladores financieros o de los modelos limitados a la agro exportación primaria. Pocos comprenden esto. Quizás por desconocimiento, quizás por prejuicios, quizás porque es más fácil asociar el dinero a la expoliación antes que al trabajo. Quizás porque prefieren pensar desde sus prejuicios antes que recordar que a principios y hasta mediados del siglo XX no fueron pocos los inmigrantes pobres que con sacrificio y visión construyeron empresas que luego de décadas fueron multinacionales. Agostino Rocca o Domenico Di Tullio son, con sus variantes, algunos de los otros ejemplos a los que hoy todos ven como ricos empresarios pero olvidan que empezaron casi de la nada misma sin siquiera hablar el castellano. La Argentina, por aquellos años, era un país de oportunidades para aquellos que se esforzaban. De hecho, la mayoría de ellos sufrieron económicamente muchísimo durante la última dictadura y al calor de un Ministro de Economía como Alfredo Martínez de Hoz, que representó el capital especulativo, financiero y concentrado de algunas viejas y antiguas familias que se sintieron desplazadas por aquellos supuestos “cocoliches” con tonada italiana que venían a desplazarlos de sus comodidades aristocráticas -más bien oligárquicas- y accionaron para recuperar sus beneficios derivados de los productos primarios no elaborados que les permitían vivir en una suerte de verano eterno migrando por el mundo para que el frío no los alcance.

Nada de lo hasta acá dicho y resumido tiene la más mínima intención de hacer una exégesis de estos empresarios. Pero lo que sí es más que claro es que nada tienen que ver con la así llamada “Patria Financiera”. Y que Mauricio Macri es un hijo y un heredero de esa historia. Es por eso que a nadie debería extrañarle que su ideología económica se oriente más claramente hacia el desarrollismo industrialista que alguna vez entronizó el pensamiento de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio que a alguna expresión económica liberal o neoliberal monetarista.

Esto, más allá de todos los prejuicios (que abundan por falta de educación o por el abuso del desconocimiento de los otros) es lo que, objetivamente, nos permite imaginar que ese pensamiento, el desarrollismo, será el camino a recorrer cuando las cuentas se ordenen, se transparente la realidad de la profundidad de la pobreza, de la inflación, de la corrupción y del despilfarro de fondos para construir falacias populistas con dirigentes que recurrieron a frases altisonantes de populismo con el solo objeto de hacerse millonarios pero disimular su voracidad económica con expresiones ideológicas que encubren sus propias miserias y corrupciones. Para esto fue necesario también una parte de un pueblo que prefirió comprar el cuento a sabiendas que era mentira pero haciéndose el distraído porque esa mentira los favorecía mientras les regalaban sueños sin que el esfuerzo compensara el regalo.

Y, si todo esto fue un error y en el detrás de escena hay un retorno a lo peor del neoliberalismo especulativo y financiero, sólo expresado a través de un ajuste brutal sobre los que menos tienen, beneficiando descaradamente a aquellos que más poseen, seré luego el primero o uno de los primeros que, con la autoridad de quien nunca fue comprado, lo denunciaré como corresponde a un periodismo que debe ser militante de la verdad y no de los prejuicios nacidos por el propio fracaso o por los salarios cobrados de la administración saliente.

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