Por Carlos Tórtora.-

Mauricio Macri consiguió retomar la iniciativa política mediante el nuevo acuerdo con el FMI y su aproximación a Donald Trump. Sin embargo, la firme tendencia a la caída de la imagen positiva del presidente en las encuestas pone en evidencia que ni los mercados (el dólar siguió subiendo) ni la opinión pública, por la caída antes señalada, valorizan positivamente los éxitos internacionales del macrismo. El caso es que el alineamiento más estricto con el FMI termina de complicarle a María Eugenia Vidal sus esperanzas de arrastrar una parte del voto peronista el año que viene. En consonancia, el crecimiento político de Nicolás Dujovne ya supera hasta los alcances de Marcos Peña. Por su parte Macri, ni bien llegó de EEUU, le dio cámara a la ministro de desarrollo social Carolina Stanley, que parece encaminarse hacia un rol electoral (¿candidata a vicepresidente?).

Está claro que el oficialismo se dispone a entrar en la lucha electoral con el ajuste como consigna y que la UCR acompañará al gobierno con la solitaria excepción de la rebeldía de Ricardo Alfonsín. La salida del gobierno de Luis Caputo no provocó entonces ninguna reacción interna.

La próxima prueba de fuego es el tratamiento del presupuesto del 2019, para lo cual el Ministro del Interior Rogelio Frigerio está aproximándose al número de bancas necesarias y, paradójicamente, es el massismo -tradicionalmente el sector más negociador- el que ahora promete no votar el proyecto. Coincidentemente, dos operadores massistas bonaerenses, Ramiro Gutiérrez (vicepresidente de la Cámara de Diputados) y el diputado provincial Jorge D’Onofrio amenazan realizar denuncias por corrupción contra el gobierno de Vidal.

Un golpe mediático

Del lado opositor la atención la monopolizó el surgimiento de Alternativa Argentina. Sus cuatro protagonistas, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti y Miguel Ángel Pichetto, con su foto lograron la centralidad del peronismo opositor, desplazando a una posición más marginal a otros precandidatos como Felipe Solá, Roberto Lavagna y Alberto Rodriguez Saá. El impacto mediático conseguido por el cuarteto es positivo pero obviamente el camino por delante está sembrado de dudas. Una de las más importantes es el control del territorio que tiene la nueva coalición. De los cuatro grandes distritos electorales (Capital, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba) la flamante alianza sólo predomina en Córdoba y tiene chances de crecer en Capital. Pero no cuenta con prácticamente casi ningún municipio del conurbano, porque el intendente de Tigre, Julio Zamora, está distanciado de Massa y concurre a las reuniones que convoca Gustavo Menéndez, presidente del PJ bonaerense. Con esta marcada debilidad de por medio, Schiaretti y Urtubey presionarían a Massa para que se instale como candidato a gobernador y rearme su castigado esquema territorial. El tigrense duda porque no le simpatiza la idea de competir con Vidal.

Hasta el momento, la hegemonía K en el conurbano no tiene contras, por la sencilla razón de que los intendentes creen que con los votos de CFK les alcanza para ser reelectos. Si Alternativa Argentina lograra niveles de adhesión importantes en el conurbano podrían registrarse excepciones.

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