Por Sebastián Dumont.-

Tanto el discurso de Mauricio Macri por la mañana, como el de María Eugenia Vidal más tarde, desnudaron la cruda realidad que dejó el cristinismo en la Nación y Scioli en la provincia de Buenos Aires. En definitiva, el Frente para la Victoria. Estas alocuciones presuponen un triunfo interno del ala más política de Cambiemos que pedía hacer una fuerte crítica a la herencia recibida a contramano de los sectores más ligados a la comunicación, que decían que había que enviar un mensaje de esperanza sin tocar mucho el pasado. El tema es que detrás de ello habría algo más grave y sería la idea de algunos de ensayar un acuerdo de impunidad con el cristinismo para bajar los decibeles de los conflictos en la calle que amenazan realizar. Por lo escuchado en la jornada del 1° de marzo, esa posibilidad parece muy lejana.

Primero fue Macri y después Vidal. Era obvio que, si uno lo había hecho, el otro seguiría por el mismo camino. Es más, se esperaba de la gobernadora esa contundencia, ya que cuando asumió había dicho que recibía una provincia “quebrada”. Golpe directo al ex gobernador Daniel Scioli, quien hasta entonces había podido eludir con bastante habilidad la puesta sobre la mesa de una tremenda inacción en la gestión que le tocó llevar adelante. Por los motivos que hayan sido.

De lo contrario, no se podrían haber entendido las mediciones en las encuestas, que le daban siembre una buena imagen a Scioli. Su gran mérito fue disociar su persona de la pésima gestión que llevó adelante. Ahora Vidal lo volvió a poner en escena, aunque evitó mencionarlo.

La ferocidad de estos dichos adelanta otras cuestiones que formaban parte de la conversación de las mesas políticas. Con cierta preocupación, estaba circulando la idea de un sector, ligado a Durán Barba, de terminar con la conflictividad frente al gobierno anterior. ¿Cómo? Con un pacto de impunidad, no hay otra manera. Por lo visto, esa idea cayó en desgracia.

Las últimas decisiones de la justicia van en sentido opuesto, aunque habrá que ver hasta dónde llegan. Mientras tanto, el macrismo no deja de tejer sus lazos con el fuero federal. Un ejemplo fue el concurrido asado el viernes pasado en una casa del Country San Carlos, en Malvinas Argentinas, donde hubo presencia de numerosos hombres y mujeres de la justicia. Además de funcionarios macristas.

El presidente y la gobernadora no tenían margen para darle oxígeno al cristinismo. Saben que, aun en el piso, suelen recuperarse y amenazan con ser un dolor de cabeza. El tema es el control de la calle. Por ahora, Macri cuenta con el beneplácito de los gremios más importantes y eso no es menor.

Además, al gobierno nacional y provincial les sirve que ciertos personajes emblemáticos de la década ganada sigan teniendo pantalla. Pero hasta ahí. Y la manera de tenerlos cortitos es con la justicia actuando como debe actuar.

La teoría de quienes creían que no había que decirle a la gente la pesada herencia porque ésta ya lo tenía claro, hoy quedó en evidencia que fracasó. Se impuso el ala que sabe que la política para gobernar requiere de algo más que buenas intenciones y spots publicitarios. En definitiva, eso fue el sciolismo y terminó como lo acaba de describir Vidal. En la lona.

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