Por Carlos Tórtora.-

Los dos interventores que Cristina Kirchner colocó en el poder tendrían proyectos propios. Juan Manzur asumió el protagonismo del gobierno eclipsando a Alberto Fernández y poniéndose a trabajar como coordinador del gabinete, algo que corresponde a sus funciones pero que nunca había sido hecho por los jefes de gabinete, generalmente aplastados por las figuras presidenciales. El tucumano creería que, si se logra achicar las diferencias con Juntos por el Cambio en noviembre, él podría vender como un éxito la operación. En otras palabras, apostar a que CFK conserve el quórum en el Senado y que haya un empate técnico en Buenos Aires, lo que sería explotado por el gobierno como si fuera un empate a nivel nacional.

Pero Manzur aspiraría a otra cosa. Sería consciente de que los sueños de reelección de Alberto están enterrados y que el sucesor pensado por la vicepresidenta, Axel Kicillof, sufrió en las PASO un severo golpe. En el horizonte del kirchnerismo sólo corre hoy como presidenciable Sergio Massa, que tiene una relación tirante con CFK pero una fuerte alianza con Máximo Kirchner. El presidente de la Cámara de Diputados carece justamente de lo que tiene Manzur: inserción en el peronismo del interior. En estos cálculos también entran otras especulaciones. Por la persistencia de la crisis económica, el trío que lidera el Frente de Todos llegaría muy deteriorado al 2023. De ocurrir esto, la vicepresidenta podría volver a utilizar el recurso de impulsar como candidato a alguien marginal al kirchnerismo como Manzur. Como es obvio, el punto fuerte de este último es la posibilidad de consolidarse como el vocero de los gobernadores. De más está decir que a Manzur le espera un itinerario lleno de obstáculos. El primero será salir bien parado de las elecciones de noviembre, evitando que estalle un escándalo por maniobras fraudulentas que podrían motorizar sectores duros del kirchnerismo. La oposición ya está instalando un clima de sospechas sobre el funcionamiento del escrutinio.

De Lomas a La Plata

El flamante Jefe de Gabinete de Kicillof, Martín Insaurralde, también ambicionaría tomar vuelo. Su objetivo sería convertirse en el primer intendente en sentarse en la gobernación platense. Esta idea se habría afianzado a partir la derrota en las PASO que sufrió el gobernador y que lo descoloca para el caso de querer su reelección. Queda el candidato de La Cámpora, Máximo, hoy jefe político de Insaurralde. Éste podría ser su compañero de fórmula para la gobernación o dar el paso al frente en el caso de que el apellido Kirchner no sea electoralmente viable. Insaurralde acaudilla pocos intendentes y debe lidiar con Fernando Espinoza, el jefe político de La Matanza, por el liderazgo en la Tercera Sección electoral. El punto fuerte del lomense sería el control que ejerce sobre la Cámara de Diputados que preside Federico Otermin. También juega la posibilidad de que Insaurralde consiga con su actual cargo convertirse en primus inter pares de los barones del conurbano.

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