Por Guillermo Cherashny.-

La mayoría de los periodistas y analistas políticos no toman dimensión sobre la envergadura del nuevo jefe de gabinete, al cual pintan como un gobernador de una provincia norteña que gana elecciones mediante el fraude patriótico, una rémora de la década del 30 que existió en nuestro país y que fue retratada en numerosas publicaciones históricas y películas.

En realidad, desde el 2015 no para en derrotar a la UCR de esa provincia y a la otrora poderosa Fuerza Republicana, el partido que llevó a la gobernación al general Domingo Bussi; pero desconocen la red internacional de contactos de este cultor del cristianismo maronita, una de las 24 religiones orientales que dependen del trono de San Pedro. Los maronitas son cultos, ricos y tienen una historia que se remonta a muchos siglos. Habitaban en el Líbano, una república creada por Francia después de la primera guerra mundial que fue considerada después de la segunda guerra como «la Suiza de Medio Oriente», hasta que la desplazada OLP se metió en su territorio y se formó una diáspora en el exterior de 10 millones de maronitas, que tienen estrechas relaciones con la comunidad judía de Nueva York y con la banca Rothschild de Francia.

Este nuevo jefe de gabinete viene a imprimirle un nuevo rumbo a este gobierno peronista. Los resultados se verán en los próximos dos años y tendrán un hito importante en las elecciones del 14 de noviembre.

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