Por Carlos Tórtora.-

El modelo del actual régimen político muestra la particularidad de que la vicepresidenta ejerce en la práctica muchas de las funciones del presidente. Al cabo de dos años, esta disfunción ya tiene su patrón de conducta: periódicamente, la tensión que se acumula entre ambos se resuelve mediante una crisis en la cual la vicepresidenta avanza un poco más.

En la última crisis y por imperio de la coyuntura, este esquema sufrió una modificación. El presidente fue intervenido por la irrupción de un jefe de gabinete que asumió el protagonismo del gobierno, mientras que en la provincia de Buenos Aires una maniobra similar dejó a Axel Kicillof en un rol lateral ante su nuevo Jefe de Gabinete, Martín Insaurralde. En el gabinete nacional, Juan Manzur y Aníbal Fernández tienen los micrófonos, en tanto que el ministro político, Eduardo Wado de Pedro, volvió a su perfil bajo acostumbrado. A todo esto, la ex presidenta trata de aparecer en público lo menos posible y le cede el primer plano a Máximo, al cual la caída de Kicillof le ensanchó su espacio político. El gobierno está todavía sin rumbo y no acierta a encontrar un discurso de campaña pero lo que parece seguro es que la responsabilidad de la gestión recae en Manzur, Aníbal e Insaurralde.

Inquietud

En medios allegados a Manzur se comenta con inquietud que la mesa chica del kirchnerismo, ante las encuestas que confirman las tendencias de las PASO, habría resuelto prepararse para la derrota. Esto es, asumir que no se podrá revertir el resultado y que en consecuencia hay que perfilar a los que asuman la responsabilidad por la derrota. En otras palabras, que el jefe de gabinete y el ministro de seguridad podrían ser los principales chivos expiatorios que terminen apareciendo como responsables de la derrota. En este caso, la actual conformación del gabinete no sobreviviría al 15 de noviembre. En el caso de Manzur, su perfil conservador y antiabortista lo convierte en el blanco de toda la estructura ideológica del gobierno y sólo unos pocos gobernadores peronistas estarían dispuestos a jugarse para respaldarlo. En cuanto a Aníbal, es obvio que no pertenece al primer círculo K, donde siempre encontró resistencias. Ambos aparecieron como ministeriables en un contexto en el que casi nadie quería dar el paso al frente. Aunque resulte en realidad inverosímil, Cristina Kirchner pretendería presentar la derrota de noviembre como el fracaso de los que tomaron el timón en esta etapa. De acuerdo con esto, el verdadero gabinete kirchnerista sería el que viene.

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