Por Carlos Tórtora.-

El último giro de la política bonaerense está mostrando el creciente nerviosismo del PRO por la ausencia de un candidato a senador nacional fuerte que entusiasme a los intendentes macristas y a los PJ. El resultado de esto es que desde la gobernación platense y distintas cajas oficiales se empezaron a volcar una importante cantidad de fondos en una serie de dirigentes peronistas que supuestamente minarían el potencial de Sergio Massa para acumular votos. Así van precipitándose también las designaciones: el ex secretario de cultura del ex intendente massista de Almirante Brown, Darío Giustozzi, Jorge Herrero Pons, acaba de ser designado nada menos que director del Banco Nación. Pero esta captación de voluntades parece flotar en medio del más absoluto desorden. Al punto que algunos de los beneficiarios, con toda picardía, sintetizan la situación diciendo “a estos hay que sacarles toda la plata que se pueda y después nos vamos con Massa”. En el imaginario colectivo del peronismo está entonces implícita la idea de que el tigrense, especulando con las necesidades del macrismo en la Legislatura, continuará usufructuando cientos de cargos para su gente hasta último momento y luego dará el portazo y anunciará su candidatura, tal como le hizo a CFK en el 2013. ¿Ignora el gobierno este riesgo o prepara jugadas que todavía no se ven para evitar caer en la trampa?

La clave, sin duda, pasa por la ruptura o la subsistencia del eje Massa-Stolbizer, considerado invencible en las urnas tal como están las cosas. Cerca de Macri se dice que está dispuesto a lo que sea con tal de no perder las legislativas. Esto es, ofrecerle a la jefa del GEN un ministerio en el gabinete nacional y hasta patear el tablero con un anuncio sensacionalista, que sería renunciar a cualquier intento de reelección en el 2019 y anunciar que apoyará a la fórmula compuesta por Ernesto Sanz y Marcos Peña, con la idea de debilitar la base electoral de Stolbizer.

Un abrazo que por ahora no

Mientras tanto, Massa está concentrado en no dar pasos en falso. La intendente de La Matanza, Verónica Magario, con su contundente reportaje del sábado pasado en La Nación, prácticamente quedó a las puertas de negociar su incorporación al massismo. Una posibilidad aparentemente formidable, porque le daría al jefe renovador el distrito que más votos peronistas recauda en la provincia. Sin embargo, Massa rehuye este abrazo porque el mismo sería excelentemente aprovechado por el gobierno y los multimedios que le responden. Magario refugia en su gabinete a muchas rancias figuras del cristinismo, como Roberto Felleti, Débora Giorgi y el ex ministro de salud de Daniel Scioli, Alejandro Collia. Y el padrino político de Magario es el ex intendente y presidente del PJ bonerense Fernando Espinoza, cuya imagen no puede despegarse de Cristina. Si Massa pactara con Magario, caería sobre él una batería de acusaciones en el sentido de que se está convirtiendo en el santuario del cristinismo, lo que alejaría a muchos votantes moderados.

Así las cosas, el crecimiento del massismo encuentra límites en este tipo de seguros efectos mediáticos capaces de dañar profundamente.

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