Por Guillermo Cherashny.-

Massa, el presidente de la Cámara de Diputados, pudo destrabar la aprobación del acuerdo del FMI pese a la tozudez de Martín Guzmán, el ministro de economía, que quería no sólo la autorización del congreso para el endeudamiento del país sino también su plan económico acordado con el board del organismo internacional. Según la Constitución Nacional, en su artículo 75, párrafo 7, sólo se requiere, como dijimos, un permiso para tomar deuda y nada más. No se sabe por qué el ministro de economía quería sumar el plan económico y las versiones eran varias, a saber: que la oposición pague costo político, o que éste sea una plataforma para ganar el premio Nobel de economía, o lanzarse a la carrera presidencial. Pero, en cualquier caso, fue el gran perdedor, por querer instalar un capricho personal.

Desde la oposición, los halcones del PRO, liderados por Mauricio Macri, no querían que el gobierno tuviera el instrumento para no incurrir en el default. El expresidente está convencido de que fue muy gradualista del 15 al 19 y quiere volver al poder para un segundo tiempo donde se tomen medidas que serían de cirugía sin anestesia y, para que tengan consenso, exigen un default con el FMI para que la gente acepte estas medidas duras. Así fue que Fernando Iglesias, al disertar en la comisión de presupuesto, tuvo un lapsus y, en lugar de proponer que el gobierno dicte un DNU, se confunde con la palabra default, donde habló su inconsciente.

No sólo Massa fue el hombre clave del acuerdo sino también Gerardo Morales y Elisa Carrió, quienes disuadieron a Macri de su posición extrema, que ni siquiera Marc Stanley, el nuevo embajador americano lo pudo convencer; pero en el poroteo interno perdió.

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