Por Carlos Tórtora.-

La novedad política más importante de los últimos días es la aparición de un nuevo polo de poder conformado por Sergio Massa, Máximo Kirchner y Eduardo Wado de Pedro. La innovación consiste en que los nombrados abren un juego dialoguista que, para empezar, alcanzó a la oposición y a altos funcionarios de la administración Biden. Este eje de poder estaría dispuesto a funcionar como una bisagra entre el kirchnerismo y los factores de poder y los grupos de presión. En el centro de este polo negociador está La Cámpora corriéndose hacia el centro con el beneplácito de la mayor parte de su dirigencia. En la práctica, este experimento apunta a superar el dualismo que existe entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Esta última se vería ahora limitada en su rol de remarcar la ortodoxia k y no hacer concesiones políticas casi de ningún tipo. Es que Massa, Máximo y De Pedro advierten que la disconformidad social circula en dirección a la formación de un gran espacio de centro que sería crítico del kirchnerismo duro pero no tanto de un kirchnerismo moderado. Como se ve, esto recorta en alguna medida a CFK pero también le resta margen de maniobra al presidente que, cada vez que las circunstancias se lo permiten, gusta de aparecer como la figura moderada. Parece obvio que la estrategia del polo negociador no incluye, por ejemplo, a la política de confrontación con la justicia, porque éste es el terreno donde la vicepresidenta, acorralada por las causas por corrupción, no está dispuesta a hacer concesiones de ningún tipo.

Un salvavidas para Larreta

El surgimiento del polo negociador es una buena noticia para Horacio Rodríguez Larreta, que se siente presionado por los halcones del PRO que lidera Patricia Bullrich y, mediante las nuevas negociaciones con el oficialismo, se aliviaría bastante de la presión. Algunos creen ver en el polo negociador la reedición, cuatro décadas después, de la estrategia de Enrique Nosiglia que llevó a la Coordinadora radical a apropiarse de los mayores resortes del poder. La comparación es válida, con la diferencia de que entonces Raúl Alfonsín concentraba el poder en sus manos y ahora hay una dualidad que tiene perspectivas de ser permanente.

El diagnóstico del polo negociador apuntaría a que el clima social presenta un escenario preelectoral hoy parejo y que, para triunfar, el gobierno debe disputarle el centro a Juntos por el Cambio.

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