Por Guillermo Cherashny.-

La última semana se caracterizó por una conflictividad social alarmante como fue el cese de actividades del sindicato del neumático por la inflación imparable, el acampe piquetero en la 9 de Julio, ambos por la ofensiva trotskista con destino al fortalecimiento electoral disputando con poco éxito ante los antisistema, donde Javier Milei reina con comodidad. Pero este avance de los troskos fue acompañado por sectores ultras del kirchnerismo como ATE del «Cachorro» Godoy y la toma de escuelas por sectores k y troskos que coinciden cada vez más. Ante este clima de caos, es incompresible la participación de sectores oficialistas contribuyendo a la desestabilización pero no es una sorpresa en muchas líneas que entienden que el poder está en las corporaciones y no en su gobierno. En esa realidad, Gabriel Rubinstein, el viceministro de Economía, aportó claridad al señalar que el déficit fiscal y comercial es la causa de la alta inflación y el atraso salarial y el aumento de la pobreza e indigencia. Ante esa dura realidad, Massa tiene dos caminos, como son seguir con el gradualismo, es decir, postergar con éxito la deuda en pesos, acumular reservas y cumplir el 2,5% del déficit fiscal prometido en el acuerdo con el FMI y aprobar el presupuesto 2023 con una pauta de 60% de inflación. El otro camino es una plan de estabilización con un shock antiinflacionario, que es muy difícil de aplicar porque tendría un alto costo político, aunque algunos economistas sostienen que un shock sería reactivamente como fueron el austral y la convertibilidad. Pero es un tema muy discutido si se pueden aplicar en estas condiciones del país. Massa, al decir que el 60% de inflación es un cálculo conservador, da indicios de que prepara un plan integral, en tanto la conflictividad social, producto de la alta inflación, exige medidas drásticas.

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