Por Guillermo Cherashny.-

La votación por el acuerdo con el FMI no tuvo sorpresas. Se dio lo que se esperaba y Máximo no pateó el tablero como le aseguró a Massa desde que renunció a la presidencia, cuando le expresó que propiciaban una negociación más dura que las que hicieron el presidente y Guzmán. Es cierto que esa posición es muy cercana a ir por la cornisa pero sostuvo que se tendría que hacerlo pocos días después de la renegociación de la deuda privada y que también era muy difícil de obtener pero había que hacer el intento. Pero prometió que no haría campaña contra el mismo y seguramente le anticipó que votará en contra, pero pidió discreción, que Massa respetó.

Está claro que Alberto Fernández no sabía de la conducta de Cristina y Máximo, porque las relaciones están rotas por mutuas desconfianzas que sólo ellos saben y que fueron anticipadas en una carta de Cristina donde dijo que la lapicera, aunque con poco tinta, la tiene Alberto y la oposición, que pidió el préstamo al FMI.

Sólo alguien como el presidente, que está rodeado por la soberbia de Guzmán, que supera la suya, y por el «nietito», podía desconocer que Cristina y Máximo harían mucho ruido contra el acuerdo para fijar su posición histórica, pero no patearían el tablero porque nunca quisieron el default. El resto es historia conocida, como el desatino del presidente, que, en medio de la negociación con la oposición y la guerra en Ucrania, lanzó su reelección en José C. Paz, y apoyó la peregrina idea del ministro de economía de que la oposición le apoye su plan económico en el congreso y que Massa borró de un plumazo.

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