Por Carlos Tórtora.-

Un fantasma relativamente probable pero muy inquietante recorre las filas del PRO: que Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Martín Lousteau lleguen a un acuerdo electoral para el año que viene. Los dos primeros integrarían la boleta para senadores nacionales por Buenos Aires, en tanto que el actual embajador en Washington intentaría ganarle a CAMBIEMOS la elección para diputados nacionales en Capital (habrá que ver a todo esto dónde termina Carrió).

Desde que se produjo el “efecto Trump” y Lousteau vio que su gestión en Washington estaba agotada al haberse jugado por la perdedora Hillary Clinton, sectores de la UCR, el socialismo y otros partidos menores empezaron a hablarle al oído para convencerlo de que, haciendo una gran elección en Capital -aunque pierda por poco con el PRO-, se colocaría como un gran candidato para ganar la jefatura de gobierno en el 2019.

Pero Lousteau es un gran optimista y pensaría en ganar directamente la elección, porque piensa que el año pasado estuvo muy cerca de conseguirlo en una campaña improvisada por ECO.

Esta triple alianza tiene sin duda aspectos sinérgicos: Stolbizer es un puente entre el mundo antiperonista de Lousteau y el peronista de Massa. Y el hecho de que el tigrense pueda tener un aliado ganador en Capital puede producir cierto efecto nacional, sobre todo en distritos donde hay amigos radicales de Lousteau.

Las inconsistencias de esta eventual alianza sobran. Massa expresa una forma de renovación del PJ desde fuera del PJ, Stolbizer suma antiperonismo moderado y Lousteau apunta a heredar a un PRO que puede hacer agua a lo grande si llega a perder en Buenos Aires. Y si gana en Buenos Aires pero pierde en Capital, habría otra crisis: María Eugenia Vidal se convertiría en la figura número uno de un macrismo en el cual Mauricio Macri se vería empequeñecido si el larretismo no se muestra triunfante.

Demasiado volátil

Si algo es la realidad política local hoy es volátil. En parte por razones internas y en parte por la acción del gobierno nacional. El peronismo está naufragando en un amplio espectro de sellos que menos dicen a medida que aumenta su número: Grupo Esmeralda, Grupo Fénix, etc. A medida que esto pasa se fortalece -entre comillas- el aparato cristinista, que conserva una estructura nacional y sobrevive, por su lado, el PJ de José Luis Gioja y Daniel Scioli como una interfase entre CFK y el resto del peronismo. Los pocos expectables que hay, como el salteño Juan Manuel Urtubey, parecen decididos a saltearse cualquier riesgo en el 2017.

Así las cosas, Massa es una figura solar que brilla más bien fuera del peronismo. Pero nadie puede saber cuántos y cuáles de sus intendentes y legisladores ya están demasiado comprometidos con el PRO como para romper lanzas. En este tinglado construido por la incertidumbre es donde nacen jugadas de altísimo vuelo para tratar de romper la enorme inercia existente, Massa-Stolbizer-Lousteau es la última alquimia, favorecida por los números de una economía que sigue parada.

Con una mediana reactivación, el PRO debería poder ganar cómodamente en Capital y con esfuerzo en Buenos Aires y Córdoba, siendo discutible Santa Fe. Pero Macri sabe que gran parte del establishment, y también los futuros inquilinos de la Casa Blanca, desconfían de sus dotes de líder con cuerda para dos períodos. Entonces necesita ganar claramente y quedarse con el control del Congreso. Si no lo logra, los fantasmas pueden volverse de carne y hueso.

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