Por Carlos Tórtora.-

Aunque también hay diferencias importantes, estas elecciones presidenciales empiezan a parecerse en alguna medida a las del 2007. En aquella instancia, la fórmula encabezada por Cristina Kirchner y Julio Cobos se impuso en primera vuelta con el 46,9% de los votos, superando a Elisa Carrió y Rubén Giustiniani, que consiguieron el 26,4%, quedando terceros Roberto Lavagna y Gerardo Morales con el 16,9%. Si bien finalmente el Frente para la Victoria cruzó la barrera de los 45 puntos y evitó así el riesgo de competir en segunda vuelta, esta tendencia sólo se definió sobre el final de la campaña. Durante varios meses, muchos encuestadores especularon con que Carrió estaría en condiciones de superar el 30% y que a CFK le sería complicado llegar al 40%, por lo cual la segunda vuelta era un escenario probable. La irrupción de Lavagna como tercer candidato fue lo que cambió sustancialmente el panorama. Con el sello de la UCR, el economista que acababa de dejar el gobierno de Néstor Kirchner con la aureola de haber reactivado la economía ejercía no poca influencia sobre los sectores medios y en particular los votantes independientes, franja que aspiraba a captar Carrió con un perfil de centro izquierda moderada. El kirchnerismo vio la solución y la aprovechó con gran habilidad: se decidió por polarizar con Lavagna, centralizando su campaña en criticar a éste por intentar ser presidente gracias a los méritos políticos de Kirchner que, según este argumento, habían puesto en marcha la economía. Esta polarización fue exitosa, porque Carrió perdió terreno y quedó finalmente a 3 puntos y medio del 30%. Si no hubiera estado presente la candidatura de Lavagna, probablemente la jefa de la Coalición Cívica podría haber sumado 5 ó 6 puntos más y tal vez CFK hubiera quedado bastante por debajo del 45% al producirse la polarización con Carrió. Fue entonces el rol estratégico de Lavagna el que le abrió las puertas al segundo mandato al kirchnerismo.

Con todas las diferencias que puedan apuntarse, hoy el rol de Sergio Massa tiene bastantes similitudes con el cumplido entonces por Lavagna. Es obvio que el gobierno ataca hoy a Mauricio Macri, por ejemplo, con la campaña iniciada con la denuncia contra Fernando Niembro y ve con agrado que Massa se fortalezca a partir de sus 20 puntos. La razón es obvia: cada punto que crezca Massa a partir de ahora será un punto menos para Macri, que puede impedirle acortar la brecha de 10 puntos con Daniel Scioli que precipitaría el ballotage tan ansiado por CAMBIEMOS.

La funcionalidad

Es obvio que legítimamente Massa puede aspirar a desplazar a Macri del segundo lugar y disputar la segunda vuelta con Scioli. Sin embargo, dado que hay 10 puntos de diferencia en los primeros dos, lo más probable es que, objetivamente, el tigrense esté siendo funcional a que el kirchnerismo consiga su cuarto mandato presidencial.

De ser éste el final de la historia, es obvio que Massa se justificaría diciendo que Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió se negaron a firmar un acuerdo con él para realizar una interna común, por lo cual nada podría reprochársele.

Lo que está en juego en este análisis no son los factores subjetivos ni menos aún las intenciones, sino simplemente los hechos. Y los hechos indican que Massa está cumpliendo un papel similar al de Roberto Lavagna en el 2007. Esto es, debilitar desde el tercer puesto al que va segundo, lo que le facilitaría a Scioli el triunfo en primera vuelta. Curiosamente Lavagna es hoy el numen económico del massismo y el jefe de sus equipos técnicos. También cabe recordar que apenas 20 días después de que CFK ganara la elección presidencial del 2007, Lavagna apareció sorpresivamente en Olivos abrazándose a Néstor Kirchner y con los fotógrafos presentes. Otra coincidencia llamativa: la alianza que encabezaban entonces Lavagna y Morales se llamaba UNA (Una Nación Avanzada), la misma sigla que la UNA que hoy lideran Massa y José Manuel de la Sota.

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