Por Alfredo Nobre Leite.-

Llama la atención el análisis de la realidad social del país que hace el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, afirmando, ente otros conceptos, que «hay una serie de factores que han incidido en esto, tanto la devaluación, el aumento de las tarifas, la inflación, que han dado como resultado esta cantidad de pobres que tenemos hoy en el país»; y que «lo que ha sucedido es que estas medidas han beneficiado a unos pocos y perjudicado a muchos». Considero lamentable su concepción por no tener en cuenta la deplorable situación de un país legado por el kirchnerismo, destruido en todos los aspectos socioeconómicos y políticos, con una voluminoso gasto público del 50% del Producto (PBI) de US$ 500 mil millones, un déficit fiscal que se cubría con emisión espuria, apropiaciones de las reservas internacionales, de los recursos del Fondo de Garantía de Sustentabiliad (FGS), de PAMI, de los resultados no realizados del Banco Central (BCRA) que monetizaban fomentando más inflación, y con el país en estanflación (recesión y alta inflación del 30%) desde más de cinco años, con las empresas privadas que no tomaban personal en ese término, aumentando la desocupación, y haber fabricado más de 12 millones de pobres (el 30% de la población), que deplorablemente han crecido.

Antes de criticar las medidas imprescindibles para sacar al país del default (quebranto), y sin recursos contantes y sonantes en el BCRA, sino fabricando billetes falsos carentes de valor, hay que considerar que para evitar el desmadre y una guerra civil de pobres contra pobres, había que tomar medidas imprescindibles a fin de que el país empezara a producir, creando fuentes de trabajo para ocupar a los desocupados y bajar la pobreza, que no se obtiene sino con inversiones que fueron ahuyentadas por el kirchnerismo, y para ello había que poner la casa en orden (falta mucho aún), para que con reglas de juego claras y permanentes y seguridad jurídica, atraer las inversiones nuevamente al país a fin de sacarnos de la situación alienante de un país de frontera, comparado con los países más atrasados de Africa.

Después de la «década despreciada», en que por el viento de cola -aumento del valor de los commodities-, ingresaron al país miles de millones de dólares de la producción agropecuaria, que fueron dilapidados y se esfumaron por arte de magia, durante el kirchnerismo, que hizo fortunas ilícitas que no pueden justificar y están desfilando por los tribunales, había que tomar medidas heroicas para sanear la economía del país, lo que, por supuesto, es doloroso, como todos sabemos. Por otro lado, para paliar la triste situación de tantos millones de desafortunados, el Gobierno nacional aumentó la asistencia social, los planes y beneficios a desocupados, estudiantes, mujeres embarazadas, manteros, cartoneros, piqueteros, etcétera (que salen de los bolsillos de quienes trabajan).

Monseñor Lozano no puede ignorar que la situación social anterior, reconocida por la Iglesia, no se supera en un año de mandato, y que sin sacrificio y trabajo la Argentina no podrá recuperar su sitial de un país pródigo en calidad de vida de su población, se morigere la pobreza, que viene de 12 años y medio de despilfarro y latrocinio el kirchnerismo, que fue una fábrica de pobres. Ahora es el presidente Mauricio Macri que tiene que poner la cara para afrontar el desmadre y latrocinio cometidos de los recursos del Estado, de un gobierno corrupto, cuyo propósito ulterior fue enriquecerse a costa de las necesidades de los que menos tienen.

Share