Por Carlos Tórtora.-

El precandidato a gobernador kirchnerista Aníbal Fernández visitó anteayer las ciudades de Pigüé, Coronel Suárez y Guaminí. Y en esa recorrida, afirmó: “Si las rutas están en ese estado, es porque a nadie se le ocurrió repararlas”. Este castigo del jefe de gabinete a su candidato presidencial no parecería ser casual. En el bunker del Frente para la Victoria bonaerense todos se creen obligados a encontrarle una explicación al por qué Scioli sigue amesetado en las encuestas y no consigue cruzar esa brecha de 5 ó 6 puntos que le permitiría arrimar al 45% y no tener que arriesgarse a un ballotage. La explicación que teje el cristinismo para consumo interno -y ahora difusión periodística- es que la gestión del gobernador es sumamente pobre y que las grandes obras en la provincia durante los últimos 5 ó 6 años se deben casi todas a aportes del gobierno nacional.

La crítica de Aníbal F., lejos de ser un descuido, sería el comienzo de una línea discursiva. Esto es: “si después de que Cristina ganara brillantemente en primera vuelta en el 2007 y 2011 ahora tenemos que ir a un ballotage es porque Scioli fracasó como gobernador y, para ganar, depende de la figura de ella, que le garantizará el voto popular”. El giro retórico hacia que Scioli, si gana, lo hará gracias a CFK, está lejos de ser inocente.

La carta mayor del cristinismo es justamente ésa: que el FpV triunfe pero gracias a la diestra conducción de ella. En otras palabras, que la función de Scioli sería cuidarle al sillón a su jefa para preparar su vuelta en cuatro años o menos.

La campaña de los 100.000 votos

La imagen de Scioli como presidente de transición no podría ser más nefasta para el sistema institucional, pero es algo que le cierra perfectamente al kirchnerismo. Y, para desgracia del ex motonauta, no pocos gobernadores que le son afines, como César Luis Gioja y Maurice Closs, estarían francamente asustados por los continuos errores del candidato. Entre los cuales se destaca recientemente el haberse comprometido a participar de un debate televisivo para luego negarse a último momento. En esta extraña carrera electoral puede ocurrir que Scioli esté a un mes de consagrarse presidente, pero curiosamente su imagen de político -de estadista, ni hablar- está claramente en baja.

A todo esto -y como cierto indicio de desesperación- en el entorno de Scioli lanzaron una especie de operativo de emergencia para conseguir 100.000 votos más para el 25 de octubre. Un poco menos del 1% del padrón provincial pero que, vistas las dificultades actuales, serían significativos. Para la campaña de los “100.000 votos” fueron convocados varios veteranos operadores, como el ex coordinador de la campaña massista Juanjo Álvarez. Los elegidos tienen a su cargo captar dirigentes massistas o incluso algunos que reportan a los Rodríguez Saá, las únicas reservas de votos peronistas que todavía quedarían disponibles. Todo esto en medio de un gran escepticismo, porque, entre las muchas dudas que hay, hay una que ya se está despejando. El cristinismo quiere ganar las elecciones, pero que el factótum de la victoria sea ella y no él. Ésta es su garantía de supervivencia y, previo fracaso de lo que venga, también de un supuesto retorno.

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