Por Carlos Tórtora.-

La reunión de Javier Milei con cinco diputados radicales, que votarán apoyando su veto a la ley de movilidad jubilatoria, sirvió para blanquear que el centenario partido se está quebrando.

Mientras Rodrigo de Loredo se pone bajo el ala de La Libertad Avanza, Martín Lousteau y Facundo Manes se encaminan hacia una alianza con el kirchnerismo.

La UCR es el segundo partido que quiebra el presidente. El primero fue el PRO, que, si bien responde mayoritariamente a Mauricio Macri, tiene una fracción incondicional de la Casa Rosada que responde a Patricia Bullrich.

Con respecto al PJ, las tentativas para fracturar al bloque de senadores de Unión por la Patria hasta ahora no dieron resultados concretos. Esto pese a las gestiones del gobernador de Catamarca Raúl Jalil, que sigue conversando con senadores peronistas para seducirlos y armar otro bloque.

Lo que ocurre es que la dirigencia justicialista empieza a olfatear una gran derrota electoral del gobierno el año que viene y entonces nadie quiere bajarse del barco.

El despliegue del presidente para fracturar las principales fuerzas políticas del país choca con la anemia de la estructura partidaria oficial. La Libertad Avanza está dividida en los distritos de más importancia y la mayor parte de su dirigencia navega en una irrelevancia impresionante.

Pimpinela

El otro factor destacado de la estrategia de Milei es su recreación de Pimpinela con Cristina Kirchner. Levantándola como su oponente, el presidente cree que así mantiene al peronismo prisionero de los fantasmas de su pasado. Además, una Cristina estelar es obvio que obstruye el crecimiento de los que quieren renovar el peronismo. El proyecto para que ella sea el año que viene la primera candidata a diputada nacional por Buenos Aires parece venirles como anillo al dedo a los libertarios.

Todas estos artilugios de Milei esconden, por otra parte, sus grandes limitaciones para construir poder político propio. En el oficialismo hay escasa articulación entre los niveles de gobierno y el aparato político y todos confían en que la capacidad de convocatoria del presidente -que la tiene- será como una varita mágica para solucionar el problema electoral.

Así es que el gobierno termina actuando como una especie de trituradora política.

Share