Por Carlos Tórtora.-

En la cosecha de intendentes peronistas que van llevando adelante María Eugenia Vidal y los suyos hay de todo un poco. Por ejemplo, Mariano Cascallares, de Almirante Brown, justifica su pase al PRO entre sus íntimos aduciendo que “lo tienen apretado con ciertas carpetas referidas a su gestión en el IPS (Instituto de Previsión Social de Buenos Aires). Otros, en cambio, son más sofisticados en sus argumentos. Pero en todos pesan razones que no se dicen para evitar que el tema crezca en la consideración política.

Un cálculo bastante simple indica que en casi todos los 55 municipios que controla el PJ, el Frente Renovador estaría en condiciones el año que viene de hacerles perder la mayoría propia a los alcaldes locales. Y esto ya se sabe que puede significar desde la pérdida de la gobernabilidad hasta el riesgo de destitución. De ahí que sean muchos los barones del conurbano -nuevos y viejos- que buscan el acuerdo que sea con el PRO con tal de que el peso del oficialismo, jugado a su favor, les haga retener la mayoría en el Consejo Deliberante.

Un estilo complicado

Estas alquimias muestran que Sergio Massa sigue siendo el factor desequilibrante en la política provincial, aun cuando su caudal dirigencial está en permanente variación. Como también van y vienen las conversaciones de los renovadores con distintos sectores. Por ejemplo, el ex intendente de Quilmes Francisco “Barba” Gutiérrez y Fernando “Chino” Navarro, que también habla -y mucho- con el PRO. Massa no contribuye por su parte a definir nada sino más bien a abrir expectativas. Por ejemplo, estaría insatisfecho por la inacción de su mesa política provincial, así que promovería la formación de otra en las sombras y ajena a la primera. Definitivamente, el líder renovador se especializa en maniobras de distracción y en tener a propios y extraños sometidos a su creación de expectativas.

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