Por Carlos Tórtora.-

La visita de Barack Obama a la Argentina expresa en hechos el giro sustancial de la política exterior argentina. Sin embargo, el breve viaje tiene un sesgo especial. La atención del presidente de los EEUU estará puesta en lo que ocurra en Brasilia, no en Buenos Aires. La inminente posibilidad de que la Cámara de Diputados apruebe el impeachment a Dilma Rousseff puede conmocionar la política regional, incluyendo a la Argentina. En los ‘90, la destitución por el Congreso de otro presidente brasileño, Fernando Collor de Mello, creó circunstancias favorables para que, al menos por algunos años, la política exterior de Carlos Menem obtuviera en el Departamento de Estado ventajas de distinto tipo, como ser aliado extra OTAN, sobre los movimientos de Itamaraty. Pero los 25 años que pasaron no fueron en balde. Brasil se convirtió en la sexta economía mundial y la Argentina se estancó en el puesto número 36. Con Lula en el poder, Brasil pasó a integrar el BRIC, junto con China, la India y Rusia, adquiriendo un status de potencia del cual la Argentina apenas conservó un lugar, para muchos injustificado, en el Grupo de los 20. De ahí que las pretensiones del macrismo sean mucho más modestas que las de Menem y que no aspire a competir con el gigante regional, sino más bien a acomodar la relación bilateral con los EEUU:

Pero hay un factor de la crisis brasileña que sí puede influir enormemente en el curso de la política local. Si Rousseff es destituida y Lula procesado por el Petrolao y otros escándalos, aquí puede crecer una ola a favor de un mani pulite local. Las filmaciones en la financiera SGI acaban de demostrar que un juez federal, Sebastián Casanello, prácticamente encubrió a Lázaro Báez cuando lo desvinculó de la investigación por el supuesto lavado de dinero proveniente del narcotráfico. El hecho coincidió con el destape de la multimillonaria evasión tributaria de Cristóbal López.

No obstante que la lucha contra la corrupción domina la escena y el interés de la opinión pública, la agenda local de Obama está centrada en la conmemoración de un hecho ya remoto y que tiene escaso interés actual, como son los 40 años del golpe militar del ‘76. De algún modo, la centralidad de los derechos humanos en la visita de Obama favorece la bipolaridad política entre el macrismo y el kirchnerismo, que hizo de este tema su bandera para todoterreno. También esta situación protege indirectamente a CFK de los embates judiciales, al recordar   implícitamente que ella continuó -y hasta con más fanatismo- impulsando el juzgamiento por delitos de lesa humanidad.

Bastante claramente, Macri ha diseñado el nuevo mapa político sobre la división política del país entre el PRO y el cristinismo. De este modo frena las ambiciones de Sergio Massa y ayuda a que el peronismo tradicional siga aturdido, al punto que José Luis Gioja, un político sin mensaje, es quien lleva la ventaja en la pulseada para las elecciones internas partidarias convocadas para el próximo 8 de mayo.

Es obvio entonces que el gobierno no se sentiría cómodo en un escenario dominado por la investigación de la corrupción y que prefiere una situación más light, aun cuando hoy, para tapar el creciente malestar por el ajuste, el reverdecer del caso Báez no le viene mal, tanto como la reaparición en los titulares del caso de Nora Dalmasso.

Hasta ahora sólo rumores

Sobre el saldo concreto que dejará el paso de Obama y su comitiva hay distintos comentarios, hasta la posibilidad de que empiece a hablarse de un proyecto de Tratado de Libre Comercio entre ambos países. También el narcotráfico es tema, aunque el interés de las agencias de los EEUU en el tráfico que circula por Argentina en dirección a Europa es relativo, justamente por este motivo: el mayor perjuicio lo sufre la Unión Europea. Muy discretamente, hay fuentes del Departamento de Defensa de los EEUU que diagnostican que el sistema de seguridad argentino no está en condiciones de contener solo el avance del narcotráfico y que es necesario habilitar la participación militar directa. En el Estado Mayor Conjunto local se trabaja en un borrador para retocar un decreto reglamentario de la Ley de Defensa: el mismo habilita a las Fuerzas Armadas a intervenir en casos de agresión externa por otro estado. Si se derogara esta última parte, podría establecerse la participación militar ante una agresión externa no estatal, los carteles del narcotráfico.

En el centro del mercado de la droga, Buenos Aires, el gobierno de María Eugenia Vidal está por lanzar una nueva reforma policial que será controvertida. Por razones de seguridad, la jefa de gobierno bonaerense se había mudado a la base aérea de Morón. Pero luego del anuncio de que se había separado de su marido, el intendente de Morón Ramiro Tagliaferro, Vidal habría vuelto a trabajar donde más le gusta, en el microcentro porteño, en sus oficinas en la sede del Banco Provincia. Desde allí planifica también su estrategia electoral, aunque el año que viene no será candidata. Se enfrenta por lo menos a un rival de peso. En su ambición por suceder a Macri en la Casa Rosada, Horacio Rodríguez Larreta ya está organizando la invasión del conurbano por los servicios asistenciales del Gobierno de la Ciudad, una especie de captación masiva de votos. Vidal se resiste a que el rico estado porteño se infiltre en la política bonaerense.

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