Por Guillermo Cherashny.-

Desde el #10D, cuando la ex Presidente no reconoció la asunción de Mauricio Macri se sucedieron varias movilizaciones cristinistas con el objetivo de deslegitimar el nuevo gobierno de Cambiemos y la punta de lanza fue el programa televisivo 6,7,8 por el canal oficial, donde desfilaban ex funcionarios desacreditando el Gobierno con argumentos hipócritas y pensaban despedirse el martes a la noche con la palabra de Cristina pero no fue ella quien desde bastidores manejaba la conspiración sino su hijo Máximo Kirchner, diputado nacional, quien calificó al oficialismo de «ceo-dictadura» poniendo en marcha la «operación helicóptero», una desestabilización político-militar de 100 días que concluiría con la huida de Mauricio Macri en un helicóptero.

Este sueño de los cristinistas no es un chiste y, aunque sea un delirio de borrachos, es un plan sistemático organizado por La Cámpora y sectores políticos que responden a la ex Presidente, y tiene su logica en que haya que impedir que el Gobierno de Cambiemos, apoyado por UNA y Juan Manuel Urtubey, no se consolide en el poder los próximos 100 días. De ahí la negativa de los presidentes de los bloques del FpV en Diputados y Senadores de aceptar los nombres propuestos por Macri para la Corte Suprema y también la negativa a integrar la comisión bicameral de los DNU, así como deslegitimar al nuevo presidente del Colegio de la Magistratura, Dr. Piedecasas. Simultáneamente, ganar las calles, como la movilización al Congreso por la ley de medios y la charla de Kicillof en el Parque Centenario.

El operativo seguía con Sabbatella negándose a abandonar el AFSCA y el último bastión, la resistencia de Alejandra Gils Carbó en la Procuración General. Sabbatella tuvo que abandonar su cargo por orden del juez federal Ercolini, por varios delitos que le imputó el fiscal Carlos Stornelli pero Gils Carbó se mantiene contra viento y marea.

La salida del cepo sin problemas no pudo ser utilizada por el cristinismo, que está esperanzado por el pedido de aumentos salariales de gremialistas que no controla pero que pueden acelerar la inflación, y otro mojón es la resistencia del trotskismo con movilizaciones callejeras y cortes de calles y rutas. Pero ahí el Presidente, con la Gendarmería, mostró decisión de no tolerar más piquetes.

El cristinismo, como buen seguidor de Laclau y Gramsci, piensa resistir desde los medios de comunicación privados que maneja pero es posible que no aguanten sin una pauta oficial, que será reducida por el gobierno; y se está produciendo un atraso en los pagos de esos medios. En esa línea está la compra de Radio El Mundo por José María Olazagasti, ex secretario privado de Julio de Vido, y también un aporte del mismo Olazagasti de 5 millones de pesos mensuales para bancar a los medios de Sergio Szpolski, aunque éste tendría intenciones de pasarse al oficialismo, aunque es dudoso que lo acepten. También la compra de Página 12 por el sindicalista Víctor Santamaría es otra pieza de la conspiración cristinista. Este siniestro plan tiene pocas chances de salir victorioso y más parece un delirio de borrachos, como señalamos más arriba, pero conveniente no subestimar al cristinismo.

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