Por Carlos Tórtora.-

En los alrededores de Alberto Fernández se comenta que el kirchnerismo duro estaría resuelto a recortarle a éste su margen de poder político, reduciéndolo a quedar como un presidente testimonial. La ofensiva cristinista se justifica en función de varios argumentos que se mencionan en el Instituto Patria. El principal de ellos es que, gane quien gane, después de noviembre el gobierno enfrentará una situación socioeconómica explosiva que requerirá la máxima concentración posible de poder. Esto significa, lisa y llanamente, que el poder político formal también esté en manos de Cristina Kirchner a través de sus delegados. La operación se monta desde el tablero bonaerense, donde el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, declinaría integrar la lista de diputados nacionales del Frente de Todos. Insaurralde es el principal operador de Máximo Kirchner y el factótum del ascenso de éste a la presidencia del PJ bonaerense. El gobierno lo alaba como el primus inter pares de los intendentes y espera que sea el armador que pavimente el camino hacia la toma del gobierno platense en el 2023. La escasez de dirigentes de primera línea que padece el kirchnerismo hace que la incorporación de Insaurralde al círculo áulico de Cristina sea factible. Para ella, Insaurralde sería un ministro del Interior adecuado y el tercer intendente que se incorporaría al gabinete nacional luego de Gabriel Katopodis (San Martín) y Jorge Ferraresi (Avellaneda). El plan consistiría en que Insaurralde reemplace a Eduardo Wado de Pedro en el Ministerio del Interior y que éste, a su vez, sustituya a Santiago Cafiero en la Jefatura de Gabinete. La “promoción” de Cafiero al primer lugar de la lista de precandidatos a diputados nacionales por Buenos Aires es ya un tema trillado. El presidente se resiste porque sabe lo que se viene atrás pero el supuesto peso del apellido Cafiero es un argumento válido.

Hacia abajo

Cederle a La Cámpora la jefatura de la administración pública podría significarle a AF un descenso brusco de su cuota de poder y la percepción pública de una imagen aún más deteriorada. Transitar dos años más en el poder con esta tendencia no solamente sería difícil sino tal vez imposible. El otro que ve con malos ojos la proyección de Insaurralde y Wado de Pedro dentro del gobierno es Axel Kicillof. Su rol como el hombre de confianza de Cristina lo pone a salvo de las conspiraciones pero el crecimiento de Insaurralde lo inquieta. Kicillof recela del crecimiento de la influencia de los intendentes, que están resentidos porque el gobernador les cerró las puertas de su gabinete.

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