Por Carlos Tórtora.-

Sergio Massa llegó a su acto masivo de ayer en Vélez en el peor momento de su carrera presidencial. Una sucesión de fracasos en distintas primarias llegó a su punto más crítico cuando el 26 del mes pasado, el candidato a jefe de gobierno del Frente Renovador, Guillermo Nielsen, ni siquiera alcanzó al 1,5% de votos válidos necesarios para competir en la primera vuelta del próximo 5 de julio. Pero lo más grave para el tigrense no fueron sus fracasos sino el comienzo de sus consecuencias. En una secuencia de escasos días, los medios reflejaron el inicio de un tembladeral en el Frente Renovador. El eje de la estrategia electoral del massismo en La Patagonia, Mario Das Neves, apareció reuniéndose con Daniel Scioli, mientras que el intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi -disgustado porque Francisco de Narváez es el número puesto para la candidatura a gobernador- dejaba trascender su posible retorno al Frente para la Victoria. A tono con esto, desde la usina que dirige Aníbal Fernández se hacía circular que Mario Meoni, intendente radical de Junín aliado de Massa, estaba a punto de pasarse a la alianza que componen Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Sanz.

Con estos indicios de disolución amenazándolo, Massa firmó un acuerdo para una primaria común con José Manuel de la Sota, girando hacia la peronización de su estrategia.

Pero la redefinición de su plan electoral quedó para ayer, en un acto propio y bien organizado, donde los sindicatos del moyanismo aportaron bastante.

En su discurso, Massa dijo bastante y también se hizo notar por lo que no dijo: no se ocupó de enfatizar su alianza con De La Sota ni la fundación de UNA, la nueva sigla que integra a ambos. Objetivamente, dio la impresión de que intentó restarle relevancia a su nuevo aliado para desarrollar una retórica exclusivamente personalista.

Su discurso marcó una línea argumental clara: la búsqueda de una polarización con el eje CFK-Scioli, al cual atacó prolijamente desde casi todos los ángulos. Veamos: al gobernador lo llamó “lorito” de la presidente. Luego denunció la corrupción oficial y prometió castigos, para seguir contra los ñoquis de La Cámpora, a los que se propuso erradicar. En la lista entró el ataque frontal al garantismo y a su padre Eugenio Zaffaroni. Aún más especial fue el ataque frontal a Cristóbal López aludiendo a que es el empresario del poder político que, dicho sea de paso, mantiene buenas relaciones tanto con Scioli como con Macri.

En definitiva y por primera vez en mucho tiempo, Massa hizo antikirchnerismo explícito, dedicándole al PRO sólo algunas menciones laterales, como ser el proyecto del ajuste, pero sin detenerse demasiado en el tema. Un detalle no menor: por primera vez en un acto massista se escuchó cantar la marcha peronista.

La decisión estratégica es obvia: ante la consolidación del no peronismo alrededor de la candidatura de Macri, Massa gira hacia el corazón del voto peronista con la expectativa de que en los próximos meses los indicadores económicos y los escándalos de corrupción minen el considerable capital electoral de Scioli. Esto se vio reforzado por la insistencia con que mencionó que se mantendrán los programas sociales y que se ampliarán las políticas favorables a los jubilados, así como la eliminación del impuesto a las ganancias. O sea, un peronismo anti K muy similar al que perfiló Eduardo Duhalde en su campaña presidencial del 2011, con la ventaja de que ahora al gobierno no le sobran los votos y entonces sí.

90 días

Si en los 90 días que le quedan para las PASO del 9 de agosto Massa profundiza esta línea de campaña, deberá confrontar cada vez más con Cristina y Scioli, para tratar de atenuar el reparto de la torta que éstos parecen haber consensuado con Macri y sus aliados. No se trata de un esfuerzo exento de riesgos. Si Massa profundiza su embestida contra el gobierno puede recibir réplicas considerables. Si en cambio vuelve a su anterior ambigüedad, el escenario electoral podría quedar monopolizado entre Scioli y Macri. En suma, el tigrense, como un boxeador que va perdiendo por puntos en la mitad de la pelea, se ve obligado a exponerse cada vez más tomando el centro del ring y buscando algún golpe que impacte fuerte, con todos los riesgos que esto implica. En la Casa Rosada no estarían sorprendidos por la declaración de guerra de Vélez. No por nada se menciona con insistencia en que el titular de la ANSES Diego Bossio será candidato a gobernador de Buenos Aires o vice. Bossio ocupa el cargo que fue años atrás de Massa y veladamente amenaza con hacer uso de algunos carpetazos.

Ahora queda por verse si el discurso de Vélez modifica en algo la estrategia de Macri, que por definición no sólo es light sino que evita en todo lo posible los conflictos de la década K para concentrarse en una visión esperanzada del futuro.

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