Por Guillermo Cherashny.-

Si se hace un análisis objetivo sobre la primera huelga general contra el presidente de Macri, se podría decir que los triunviros lograron un acatamiento total en la industria y en el transporte, pero poco efectivo en el comercio, especialmente en la Capital Federal, donde el 80% abrió sus puertas y este «éxito» del gobierno no fue por sus méritos sino por uno de sus principales efectos del plan económico, cual es la caída del consumo, que atraviesa a todos los comercios, inclusive bares y restaurantes, que abrieron porque no pueden perder ni un día para facturar.

El gobierno se puede anotar un golazo al desbandar el piquete de la Panamericana y el de Corrientes y Callao con el empleo de la fuerza sin ningún herido grave.

En efecto, la izquierda revolucionaria -es decir, los diferentes partidos trotskistas- hegemonizaron todos los piquetes y actuaron con palos y bombas molotov demostrando que son los únicos sectores violentos de la sociedad y demostraron que los troskos no alcanzan para voltear al gobierno nacional.

La Cámpora y los piqueteros K brillaron por su ausencia, si bien es cierto que tienen capacidad de movilización, como lo demostraron el 24 de marzo y en la marcha docente; pero sus proclamas golpistas sólo son gritos desesperados y no tienen capacidad de generar hechos de violencia física, sí verbal, como lo vienen demostrando Hebe de Bonafini y sus secuaces.

Otro triunfo del gobierno fue que en las redes sociales y en la población de clase media y alta lograron con el #yonoparo un importante desafío a la CGT como nunca antes lo tuvo otro gobierno democrático.

El macrismo se siente fortalecido desde el sábado pasado y con la militancia en contra del paro pero la caída del consumo y la suba de los alimentos siguen sin parar y es difícil que pueda reemplazar esta sensación por la polarización entre lo nuevo y lo viejo.

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