Por Carlos Tórtora.-

La sangre no llegó al río en CAMBIEMOS por el apoyo declarado de Ernesto Sanz a la candidatura de Martín Lousteau en el ballotage del próximo. Pero la cúpula del PRO percibe claramente que la UCR apuesta a un triunfo agónico de Horacio Rodríguez Larreta que desinfle las expectativas presidenciales de Mauricio Macri. Los reproches van y vienen sin pausa, porque en media docena de provincias donde las listas las hegemonizan los radicales, éstos se quejan de que el macrismo les da poco y nada de apoyo financiero. A su vez, en la crítica Tercera Sección Electoral bonaerense, con 1.600.000 votantes, el equipo que asiste a Maria Eugenia Vidal se encontró con la amarga sorpresa de que el famoso aparato radical en esta zona prácticamente habría desaparecido al no contar con intendentes ni concejales propios. El resultado es que los operadores del PRO estarían haciendo ahora un esfuerzo desesperado para poder fiscalizar las 10.000 mesas de esa sección donde se juega fuerte, es decir, se roban las boletas de los rivales, hay voto cadena y otras sofisticaciones de la cultura bonaerense del fraude.

En este clima de tensión con su principal aliado, la UCR, Macri habría decidido posponer cualquier decisión hasta después de las PASO. Mientras tanto, consiguió acomodar aparentemente muy bien su relación con Elisa Carrió. Ella le habría pedido a Macri que, en caso de ser presidente, envíe al Congreso una ley para ampliar la Corte Suprema a siete miembros e impulse la designación de ella en el alto tribunal. El sueño de la jefa de la Coalición Cívica sería entonces convertirse en la encargada de eclipsar a Ricardo Lorenzetti, a quien viene acusando de ser un cómplice disimulado del cristinismo.

El 10 de agosto

El caso es que el 10 de agosto, la pulseada entre el PRO y la UCR subirá seguramente de volumen. En las cercanías de Macri se dice que éste espera obtener en las PASO una ventaja abrumadora sobre Sanz, para empezar a imponer las reglas del juego. Esto es, definir los lineamientos de la campaña para la primera vuelta del 25 de octubre y centralizar el protagonismo mediático en su figura y la de su vice, Gabriela Michetti, que se dedicaría a recorrer provincia por provincia. Si las cosas resultan así, los radicales deberán tragarse varios sapos. El primero sería que Macri subrayaría que, si llega a presidente, no habrá gobierno de coalición y que se reserva plena libertad para designar a todos sus ministros. De este modo intentaría aventar las comparaciones entre CAMBIEMOS y la Alianza en el ‘99 -de nefasto final-entre la UCR y el FREPASO.

Otro tema ríspido es que, para captar una parte importante de los votantes massistas que se plegarían al argumento de que hay utilizar el voto útil (es decir, que sólo Macri podría llegar al ballotage). El PRO abandonaría entonces su discurso crítico del peronismo para tenderles un puente a los massistas que estén dispuestos a dar el salto. En Santa Fe, por ejemplo, el avance de Omar Perotti sobre Carlos Reutemann es tan evidente, que si el PRO quiere que éste conserve su banca en el Senado, Macri en persona debería tener gestos de simpatía hacia el peronismo. La realidad es que el ex piloto de fórmula Uno se muestra estático y estaría perdiendo terreno frente a un peronismo reactivado por el crecimiento que tuvo Perotti en los últimos meses.

En síntesis, que el jefe de gobierno, a su manera, se tomaría revancha del sofocón que le están provocando los radicales con su apoyo a Lousteau y pintaría la campaña electoral de amarillo para intentar demostrar que él, a diferencia de Daniel Scioli, no está condicionado por ningún aparato.

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