Por Carlos Tórtora.-

No sólo los partidos de la oposición sospechan que en las PASO de la semana que viene el kirchnerismo haría valer el peso de su enorme aparato de punteros para llevar adelante el robo en gran escala de las boletas de sus rivales. También en la primaria más disputada, la del Frente para la Victoria entre Julián Domínguez y Fernando Espinoza por un lado y Aníbal Fernández y Martín Sabbatella por el otro, sobran suspicacias sobre maniobras para hacer desaparecer las boletas en el cuarto oscuro. La escasa diferencia a favor de 4,5% puntos que algunas encuestas le asignan a Aníbal Fernández hace que la tensión aumente, porque estamos dentro de los márgenes de un empate técnico.

Este clima enrarecido fue el caldo de cultivo propicio para que pocos días atrás, dos ex compañeros del gabinete de CFK, Aníbal Fernández y Felipe Solá, se reunieran a puertas cerradas para cerrar un acuerdo táctico. El pacto consiste en que los fiscales del massismo que responden a Solá cuidarán en las PASO las boletas de Aníbal Fernández y los de éste las de aquél y Sergio Massa, que están unidas.

El pacto Fernández-Solá apunta a derrotar a la fórmula que integran Julián Domínguez y Fernando Espinoza. No es un secreto que, aunque Daniel Scioli se mostrara diplomáticamente en los últimos días con Aníbal F., la realidad es que tiene sus intereses puestos en la victoria de Domínguez. Sabe perfectamente que si Aníbal es gobernador formaría con Sabbatella un núcleo de poder para limitar su poder, en caso de que llegue a presidente. Obviamente, detrás de este plan estarían CFK y Carlos Zannini.

Los grandes protagonistas de la elección, los intendentes peronistas del conurbano, parecen alinearse mayoritariamente con Domínguez, pero tienen el hábito de jugar a dos puntas, es decir, de colocar candidatos propios a concejales en las listas de ambos contendientes, para asegurarse la mayoría en cada Consejo Deliberante. Estos juegos tampoco son desconocidos para los intendentes massistas, de ahí que tanto Solá como Aníbal, viejos zorros en la materia, decidieran ponerse ellos mismos a la cabeza de la organización de la fiscalización.

¿Un anticipo para el ballotage?

El pacto Aníbal-Sola parece apuntar sobre todo contra Scioli y es un indicador de lo que podría pasar si hay ballotage. El salteño Gustavo Sáenz, compañero de fórmula de Massa, declaró horas atrás que ningún peronista votará a Macri en caso de segunda vuelta. Solá fue más lejos y mediante su acuerdo con Aníbal parece ir preparando el terreno para el traslado de los votos massistas al cristinismo. Esto implicaría un contrapeso para Scioli, porque Solá lo ayudaría a Aníbal para ser gobernador, lo que lo perjudicaría, pero luego estaría dispuesto a apoyar al Frente para la Victoria si hay segunda vuelta, sumándole votos.

Perseguido por su pasado, parece que el massismo no puede cortar el cordón umbilical que todavía lo une al kirchnerismo, aun cuando el tigrense endureció su discurso en los últimos días para tratar de capitalizar el malestar que causó en ciertos sectores opositores el revisionismo de Macri apoyando las estatizaciones.

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