Por Carlos Tórtora.-

María Eugenia Vidal, después del propio Mauricio Macri, es la dirigente oficialista que más perjuicios está teniendo a raíz de la crisis desatada en torno a las tarifas, la inflación y el dólar. Para empezar, algunas encuestas muestran una baja de su imagen positiva que podría llegar a los cinco puntos, aunque sería menor que la sufrida por el presidente. Pero el anuncio de Macri de que recurrirá al FMI para solicitar un crédito de U$S 30000 millones está produciendo un efecto revulsivo en el territorio bonaerense. El valor emblemático del FMI es superlativo y ensancha la grieta entre el peronismo y el macrismo. Sobre todo en el territorio bonaerense, donde la prédica contra los organismos financieros internacionales tiene cierta vigencia, especialmente en el segundo cordón del conurbano. Un ejemplo: la gobernadora se encontraba trabajando la semana pasada en un entendimiento con el Movimiento Evita que se parecía bastante a una alianza política. Pero la aparición del FMI como tabla de salvación del macrismo fue un baldazo de agua fría sobre la tendencia vidalista a recaudar apoyos peronistas.

A esto se le suma que el anunciado recorte en el presupuesto de obras públicas achica sensiblemente una de las principales herramientas de Vidal para influir sobre los municipios peronistas. El reparto de obras públicas funciona como un sistema de premios y castigos que ahora va a debilitarse.

Un aliado necesario

Con este difícil panorama por delante, Vidal retomó su acuerdo de gobernabilidad con Sergio Massa, que tan buenos resultados le diera para la sanción de numerosas leyes. El fruto de la renovación de estos acuerdos sería la designación del ex jefe de la bancada renovadora de Diputados, Juan José Amondarain, como director del Banco de la Provincia. Esto a su vez ratificaría la continuidad de una serie de funcionarios massistas en cargos claves de la administración provincial.

En otras palabras, que ante la creciente distancia que el peronismo pondría con el gobierno platense, el líder tigrense, mucho más flexible, volvería a ser un aliado indispensable para la gobernabilidad de Vidal.

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