Por Hernán Andrés Kruse.-

Eduardo Duhalde y una peligrosa comparación

En 1972 el campeón mundial de los medianos Carlos Monzón defendió la corona en el Luna Park contra el norteamericano Benny Briscoe. Fue un monólogo del santafesino pero promediando la pelea el retador lanzó un golpe que dio de pleno en la cara de Monzón, quien estuvo a punto de besar la lona. Quienes vimos la pelea jamás olvidaremos la mirada extraviada del fenomenal boxeador, signo evidente de su desesperación. Segundos más tarde finalizó el fatídico round, Monzón se recuperó y ganó la pelea ampliamente por puntos. ¿A qué viene este recuerdo? Viene porque el ex presidente Eduardo Duhalde acaba de valerse de una palabra propia del boxeo, grogui, para describir el estado de ánimo de Alberto Fernández. En efecto, el golpe de Briscoe dejó a Monzón grogui, es decir al borde del knock out. Pero Duhalde no se valió de aquella dramática anécdota que casi termina con el reinado de Monzón para aludir a lo que a su juicio le está pasando al presidente, sino, lo que es mucho más grave, de lo que le pasó a De la Rúa durante aquel fatídico año 2001. El ex presidente afirmó que Alberto Fernández está grogui como De la Rúa, está sin reacción, obnubilado, sin saber qué hacer para salir del atolladero en que se encuentra.

¿Por qué reviste una enorme gravedad institucional la comparación de Duhalde? Porque dio a entender que Alberto Fernández puede tranquilamente tener el mismo fin que tuvo De la Rúa. Es cierto que a renglón seguido afirmó que Fernández necesita ayuda, como la necesitó De la Rúa en su momento y él mismo cuando fue presidente en 2002. Aquí cabe aplicar aquello de “cuanto más pretende aclarar uno lo que dijo no hace más que perjudicarse”. Justo en este momento cuando Alberto Fernández se muestra totalmente desorientado, incapaz de retomar aquella iniciativa política de la que gozó con posterioridad a la imposición de la cuarentena en marzo, el ex presidente sale a decir que el presidente se parece a Fernando de la Rúa. Y aquí es cuando es fundamental valernos de la memoria histórica. Hay que recordar cómo terminó De la Rúa su gobierno para medir la gravedad de las palabras de Duhalde.

En marzo de 2001 De la Rúa había perdido el control de su gobierno. Ante el fracaso del blindaje (aquella fenomenal ayuda financiera del FMI) el entonces ministro de Economía, José Luis Machinea, fue despedido. Fue sustituido por Ricardo López Murphy, el mismo economista que hoy tiene el tupé de criticar a Alberto Fernández. Duró en el cargo un puñado de días. El vacío fue ocupado por Domingo Felipe Cavallo quien, desesperado por la situación económica que reinaba en ese momento, impuso el corralito, lo que en la práctica significó una confiscación del dinero depositado en los bancos de los pequeños y medianos ahorristas. El resultado fue una rebelión espontánea de los sectores medios que terminó con el despido de Cavallo y la posterior renuncia de De la Rúa en aquel dramático 20 de diciembre de 2001. Así terminó De la Rúa. ¿Cree Duhalde que Fernández puede terminar de la misma manera? ¿Está sugiriendo que diciembre de 2020 puede ser una remake de lo que pasó hace 19 años? Cometería una gran imprudencia quien subestimara las palabras de Duhalde. No hay que olvidar que se trata de un político con una vastísima experiencia. El dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires, ex senador nacional y ex presidente de la nación, sabe muy bien lo que dice, elegir el momento adecuado para hacerlo y por qué lo dice. Hace poco habló de la probabilidad de un golpe de estado y al poco tiempo tuvo lugar una rebelión de la bonaerense que tuvo en jaque al gobierno nacional durante varios días. Si hay un político bien informado, que está muy bien relacionado, es Eduardo Duhalde. Habrá que estar, pues, muy atentos.

El aislamiento social, preventivo y obligatorio, hasta el 11 de octubre

El presidente de la nación se valió en esta oportunidad de las redes sociales oficiales para confirmar la extensión de la “cuarentena” hasta el 11 de octubre. Luego de destacar la relevancia de la responsabilidad de cada uno de nosotros en la lucha contra la pandemia, Alberto Fernández dijo que las nuevas medidas se concentrarán en aquellos lugares del país donde los contagios se multiplicaron en las últimas semanas. “El mapa cambió”, sentenció.

En forma paralela los epidemiólogos e infectólogos que lo vienen asesorando desde el comienzo de la pandemia dieron a conocer una carta titulada “Depende de nosotros” (*) donde alertan sobre la gravedad que ha alcanzado el coronavirus. He aquí su contenido:

“Los abajo firmantes queremos compartir con las autoridades y la población general algunas reflexiones sobre el estado actual de la pandemia en nuestro país. Lo hacemos en la comprensión de que se trata de un fenómeno mundial, que ya generó más de 30 millones de infectados y 1 millón de fallecidos por COVID-19. La respuesta argentina se caracterizó por el fortalecimiento del sistema de salud y la rápida adopción de medidas tendientes a reducir la circulación de personas y, así, disminuir la circulación del virus. Estas medidas habrían sido de imposible cumplimiento sin la participación activa de la población, factor esencial en la estrategia de contención de la pandemia. Este enorme esfuerzo, que impacta en actividades económicas y laborales, en aspectos afectivos vinculados a las relaciones familiares y sociales, la educación y el esparcimiento, entre tantas otras situaciones, nos ha generado a todos una sensación de agobio y fatiga que -a veces- nos lleva a actitudes y prácticas que nos ponen en riesgo a cada uno de nosotros y, en consecuencia, a nuestros familiares, compañeros de trabajo y a otros miembros de la sociedad. Hoy más que nunca tenemos la oportunidad y la necesidad de incidir en la evolución de la pandemia. Si consultamos precozmente en caso de presentar síntomas, reducimos nuestras salidas no indispensables, mantenemos los 2 metros de distanciamiento físico, usamos correctamente la mascarilla tapa nariz-boca-mentón, nos lavamos periódicamente las manos, ventilamos los ambientes, evitamos encuentros con personas con las que no convivimos (particularmente en lugares cerrados), protegemos a nuestros adultos mayores y recordamos nuestros contactos para poder avisarles o que nos avisen en caso de que debamos aislarnos, estamos ayudando a reducir la propagación del virus. Pero la responsabilidad individual no alcanza para enfrentar este desafío sin precedentes. Las autoridades nacionales, provinciales y municipales tienen la responsabilidad indelegable de actuar en sus respectivas jurisdicciones. El mapa del país muestra un mosaico heterogéneo con regiones que han logrado una curva amesetada (aunque aún demasiado alta), otras con brotes por conglomerados, regiones sin circulación viral en el momento actual y varias con importante circulación comunitaria. Algunas regiones del país están viviendo situaciones de tensión en el sistema sanitario, agravadas por el desgaste del equipo de salud, el que sigue respondiendo con alto nivel de profesionalidad y compromiso. Hacemos un llamado a las autoridades a tomar las medidas necesarias de bloqueo sanitario a nivel barrial, departamental o provincial, según la gravedad de la situación en sus respectivas jurisdicciones, sin demora. Los aislamientos intermitentes posibilitarían ir abriendo y cerrando zonas de acuerdo a la situación epidemiológica. Estas medidas deben ir acompañadas por un uso racional de los testeos, ampliando su número y destinándolos a la vigilancia epidemiológica activa, implementando los diagnósticos por cuadro clínico en las zonas de alta circulación comunitaria y en contactos estrechos con síntomas de COVID-19 de casos confirmados. Los casos sospechosos y sus contactos estrechos deben ser identificados, aislados y seguidos con la máxima premura. A tal efecto es necesario fortalecer (o constituir) equipos de rastreo que hagan un seguimiento diario de los casos y sus contactos.

El alto índice de positividad que tenemos en el país nos indica que debemos comenzar el aislamiento desde el momento en el que se realiza el hisopado, aún antes de tener la confirmación del resultado. Recomendamos generalizar las experiencias exitosas que al respecto han mostrado varias jurisdicciones, incluyendo estudiantes universitarios, tanto voluntarios como remunerados, en la tarea de rastreo y seguimiento. También estimamos fundamental realizar campañas de comunicación que tengan en cuenta a los diferentes públicos y a los diferentes canales de comunicación. No somos expertos en la materia, pero es indispensable reunir a quienes sí lo son para generar una campaña de comunicación que haga énfasis en lo positivo y no solo en lo taxativo y prohibitivo, de manera de recrear esa comprensión y acompañamiento casi unánime que tuvo la ciudadanía cuando comenzó el aislamiento. Un factor decisivo en la lucha contra la pandemia ha sido la cooperación entre gobernantes de distinta pertenencia partidaria. Vemos con preocupación el riesgo de que las diferencias políticas comiencen a enturbiar la política sanitaria, situación que pondría en grave riesgo la respuesta a la pandemia. El virus no es oficialista ni opositor. La estrategia sanitaria para enfrentarlo, tampoco. El COVID-19 llegó sin aviso, sorprendió al mundo sin memoria inmunológica para enfrentarlo ni memoria social para aprender a convivir con la pandemia. Hoy cada uno de nosotros, mandatarios y ciudadanos, tenemos la oportunidad de optar por ser un eslabón más en la cadena de transmisión o de ser parte del escudo para cortarla. La ciencia está trabajando a pasos acelerados en la investigación de tratamientos, vacunas y otras estrategias de prevención. El avance es notable, y ya podemos vislumbrar en los próximos meses la probable disponibilidad de tratamientos que mejoren la evolución de los afectados y, también, de vacunas. No tenemos dudas de que la pandemia va a ser controlada, lo que proponemos es llegar a ese control con el menor costo posible en número de enfermos y vidas humanas. Renovemos el esfuerzo de cuidarnos y cuidar a nuestros semejantes y comencemos a planificar el retorno a una vida plena, con los cuidados que pueda imponernos la nueva normalidad. Depende de todos nosotros”.

Firmas (en orden alfabético)

Bonvehí, Pablo; Cahn, Florencia; Cahn, Pedro; Camargo, Gonzalo; Camera, Luis; Contrini, María Marta; Farina, Javier; Freire, María Cecilia; Gentile, Angela; Lopardo, Gustavo; López, Eduardo; Lloveras, Susana; Orduna, Tomas; Russ, Carlota; Sued, Omar; Valdez, Pascual.

(*) La Nación, 18/9/020

El documento es un fiel reflejo del estado de ánimo de los expertos. Es un palpable reconocimiento de que la lucha contra la pandemia no sólo no ha terminado sino que, probablemente, aún falte lo peor. La pregunta que todos nos hacemos por estas horas es la siguiente: ¿valieron la pena estos seis meses de angustia, encierro e incertidumbre? Los resultados no son para nada alentadores: hoy los contagios superan los 600 mil y en pocas horas las muertes llegarán a las 13 mil. Seguramente allá por marzo, abril y mayo, ni el gobierno nacional y ni los expertos imaginaron que en septiembre la situación sería tan grave como efectivamente lo es. En consecuencia creo que ha llegado la hora de que de una vez por todas la clase política deje de lado todas sus miserias y se una para el logro de un único objetivo: derrotar al Covid-19. Increíblemente desde hace varias semanas se viene produciendo una suerte de “despandemización” del gobierno de Alberto Fernández, un intento por deslindar responsabilidades por el agravamiento de la situación sanitaria. Resulta por demás evidente que ahora la cuarentena ha dejado de ser redituable electoralmente, lo que explica que Alberto Fernández, en sus últimas apariciones públicas, ni siquiera roce la cuestión. ¡Qué diferente era su actitud allá por marzo, abril y mayo, cuando aparecía en televisión exultante, explicando una serie de filminas ininteligibles para la inmensa mayoría de la población y se daba el lujo de criticar la estrategia sanitaria de un país infinitamente más adelantado que la Argentina, como Suecia! Claro, en ese momento las encuestas le sonreían y nadie de la oposición osaba criticarlo. Lamentablemente, hoy el escenario es otro. El presidente no sabe qué hacer frente a la pandemia y a lo único que atina es dejar de hablar de ella, como si con esa actitud el virus amainara. Consciente de que perdió la guerra contra el coronavirus, su estrategia es “entretener” al pueblo con la reforma judicial, sus peleas con Rodríguez Larreta y, al mejor estilo cristinista, la aparición diaria en televisión anunciando todo tipo de obras que, desde su óptica, aumentarán la calidad de vida de los argentinos.

Un anuncio hecho a hurtadillas

Esta vez no hubo transmisión en directo del anuncio de la extensión de la cuarentena (o lo que queda de ella). No se vio al presidente dando la cara frente a los millones de argentinos que lo estaban escuchando con suma atención. Ahora el anuncio de la prórroga de las ahora denominadas “medidas de cuidado” por otras tres emanas (hasta el 11 de octubre) se hizo a través de un spot en el que se advertía que el mapa de los contagios había sufrido profundas modificaciones. En efecto, el AMBA aparentemente dejó de ser el centro de los contagios, ocupando ese peligroso sitial el interior del país donde se destacan provincias de la envergadura de Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Pero lo que más llamó la atención fue que en esta oportunidad la vos que se escuchó no fue la del presidente de la nación. ¿Por qué a seis meses de la imposición de la cuarentena Alberto Fernández tomó semejante decisión? ¿Acaso pretende ensayar un deslinde de responsabilidades frente a lo que a esta altura es inevitable? ¿No quiere pagar el costo político de una estrategia que a esta altura quedó demostrada su ineficacia? Porque es en los momentos difíciles cuando queda al descubierto la calidad de un presidente. Era muy fácil dar la cara en abril y mayo, cuando la cuarentena parecía exitosa y las encuestas le sonreían al presidente. Pero a partir de julio, justo cuando el gobierno se vio obligado a retornar, infructuosamente cabe aclarar, a la fase 1 de la cuarentena, Alberto Fernández comenzó a desentenderse del problema.

Hace un tiempo pudo ver por televisión una magnífica película sobre la actuación de Winston Churchill durante la segunda guerra mundial. En esa situación límite quedó demostrado su calidad de estadista, su temple. ¿Se imagina el lector si Churchill hubiera adoptado la actitud actual de Alberto Fernández? Probablemente Gran Bretaña hubiera sido arrasada por los nazis. Obviamente no pretendo sugerir que Alberto Fernández sea como Winston Churchill, pero sería aconsejable que tratara de imitarlo un poquito. Al no dar la cara este viernes quedó demostrado que, lamentablemente, no está a la altura de las circunstancias, le falta lo que le sobraba a Churchill para no desanimarse ante la adversidad.

¿Qué quedó del Alberto Fernández del 10 de diciembre de 2019?

Al asumir como presidente de todos los argentinos Alberto Fernández dijo, al final de su discurso, lo siguiente:

“El futuro está en nuestras manos y es con todos. Como decía Manuel Belgrano, solo la unidad del pueblo “es capaz de sacar a las naciones del estado de opresión”. Y agregaba: “La unión es un valor inestimable en una nación para su general y particular felicidad”. Entendamos, de una vez y para siempre, que en las crisis las banderías políticas deben ceder. Que todos los argentinos estamos a bordo de un mismo barco y que en la crisis, como supo decir Perón, para un argentino no pude haber nada mejor que otro argentino. La solución de nuestras frustraciones sociales no depende solo de un presidente. Dependen de nuestra vocación social de superarnos y de ser mejores. Hay una Argentina más justa que nos debemos. Está en nuestras manos poder construirla”.

El flamante presidente hacía un genuino llamado a la unidad nacional, sin distinción de banderías políticas, para sacar al país de la ciénaga en la que se encontraba. Ese día Alberto Fernández les habló a todos los argentinos. Invitó a peronistas, radicales, conservadores, socialistas, liberales e independientes a empujar al unísono para rescatar al país de la arena movediza en la que había caído. Les anunció a todos los argentinos que había venido para cerrar la grieta, para terminar de una vez por todas con los fanatismos que tanto daño nos habían hecho. Fue un gran discurso que nos hizo ilusionar.

Han pasado 10 meses de aquella histórica jornada. De aquel Alberto Fernández no quedan ni rastros. Hoy el presidente se muestra irascible, malhumorado y, lo que es peor, intolerante. En las últimas horas fue entrevistado por El Destape Radio. Expresó: “Estoy haciendo lo que prometí en campaña. Nunca dije que la Justicia federal era maravillosa. Si nos critican por eso es porque estamos haciendo las cosas bien. Me preocuparía sui los trabajadores y los dueños de las Pymes me dijeran que estoy haciendo las cosas mal. Ahora si me lo dicen los dueños de los bancos, es que vamos bien”. “Soy parte de un proyecto que representa a millones de argentinos, a los que nos duele el otro. Somos los que la seguimos remando aún en pandemia, los que no salimos a las calles para no contagiarnos y no contagiar a los otros”. “Metimos un montón de argentinos en el sistema en medio de una pandemia, ese es un gran logro. Ahora declaramos a Internet como un servicio esencial. ¿Cómo no lo vamos a hacer si es el sistema de comunicación del siglo XXI? Nos critican desde el macrismo. Con mucho respeto por el macrismo, que es la oposición, aunque ahora parece que nadie es macrista, pido un poco de prudencia, tener prudencia después del desastre que dejaron”. “Tenemos que estar más unidos que nunca” y aludió a la herencia recibida: “Nos dejaron el barco lleno de agujeros, nos entraba agua por todos lados y fuimos emparchando”. “Yo creo que el peronismo es la Argentina misma, eso es lo que les cuesta creer a todos”. “Es un enorme movimiento social que emerge al darle lugar a un espacio muy grande que son los que trabajan. De repente apareció alguien que nos hizo diferentes, empoderó a toda una parte de la sociedad, ninguna sociedad latinoamericana vivió ese proceso, sólo la Argentina” (fuente: Página/12, 19/9/020).

Alberto Fernández concibe al peronismo como la nación argentina. Es una típica concepción antiliberal esgrimida desde siempre por líderes mesiánicos. Si ser peronista es sinónimo de ser argentino, entonces quienes no son peronistas no son argentinos. Son la antipatria, los cipayos. Para el Alberto Fernández de septiembre de 2020 la unión del pueblo sólo es válida si se impregna de los valores del peronismo. Nada que ver con el Alberto Fernández de diciembre de 2019 que invitaba a todos los argentinos, sin importar sus preferencias políticas, para alcanzar de una vez por todas la unidad nacional. ¿Qué paso con el presidente para que en tan poco tiempo abandonara el republicanismo y pasara a abrazar el mesianismo? Creo que el fracaso de la estrategia implementada para combatir al coronavirus constituye el factor fundamental que explica semejante mutación. No hay peor escenario para cualquier presidente que el de la debilidad política. Hoy Alberto Fernández es un presidente débil. En consecuencia, necesita imperiosamente aferrarse al peronismo para sobrevivir. De aquí en más sólo cabe esperar un presidente más fanático, que apostará su suerte a la profundización de esa grieta que hace 10 meses prometió desterrar para siempre.

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