Por Carlos Tórtora.-

Así como el “efecto Cristina”, es decir, el impacto sumado de los casos Báez, López y De Vido, arrinconó al kirchnerismo como una fuerza en retirada, el “efecto Scioli” se hace sentir ahora.

El ex gobernador asumió la conducción del PJ como segundo de José Luis Gioja, en un intento de crear un espacio que fuera congregando a kirchneristas moderados con la liga de gobernadores del PJ, que tampoco tiene mucha forma. Pero el huracán de causas por corrupción que golpea al candidato a presidente del FpV está haciendo que el proyecto naufrague. El primero en abandonar el barco sería el propio Gioja, quien estaría sumando 20 diputados nacionales para crear un bloque propio ligado tal vez al que preside el ex titular de la ANSES, Diego Bossio. Este espacio competiría con el Grupo Esmeralda, que funciona en las oficinas de Martín Insaurralde y que se supone espera a Florencio Randazzo. Ambos sectores, a su vez, especulan con otro imponderable en un mapa lleno de imponderables. Esto es, que Sergio Massa, envuelto en un mar de contradicciones, termine por no ser candidato a senador nacional por Buenos Aires el año próximo, abriéndose un escenario electoral totalmente distinto al actual.

Dilema muy complicado

El tigrense, días atrás, empezó a recibir presiones internas que se reflejan en dos posturas contrapuestas. Están los que creen -encabezados por Graciela Camaño- que el malestar social es imparable y que es urgente alejarse explícitamente del macrismo para no sufrir las consecuencias de quedar como complacientes con la caída económica de la clase media y la baja del consumo en los sectores de menores recursos. Otro sector del massismo, donde se enrola la propia esposa de Massa, Malena Galmarini, supondría, en cambio, que sobra tiempo para tomar distancia del oficialismo y que, si en estos momentos el massismo abandona los cientos de cargos que le cedió el PRO, todo su aparato quedaría debilitado al máximo.

Éste es el dilema de Massa, que en los números está muy por encima de cualquier otro dirigente bonaerense, pero que a la vez quedó atrapado por su doble rol de opositor y garante de la gobernabilidad de María Eugenia Vidal. Tiempista como pocos, el jefe de los renovadores seguramente estirará las definiciones todo lo que pueda. Sin embargo, no hay que descartar que la realidad sea menos flexible. Los crujidos que se sienten en la estructura social pueden manifestarse en ruidazos masivos o en puebladas en zonas populares que alimentaría un sector del kirchnerismo. Si este clima se instala, sería difícil jugar a la vez de opositor y colaborador con el gobierno. Vidal lo sabe y por eso avanza con los propios intendentes de Massa, ofreciéndoles cerrar filas con el PRO ante las incertidumbres que plantea el Frente Renovador. El tiempo, factor número uno de la política, le juega en contra a Massa, porque la economía reacciona muy lentamente y el gobierno no puede convencer a la sociedad de que ya se inició la reversión de la crisis.

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