Por Carlos Tórtora.-

Sin que se produzcan cambios demasiado importantes en la realidad, el gobierno sufre olas de pesimismo que son sucedidas por otras de optimismo en una alternancia permanente. Todo gira en torno a las tendencias del electorado para el año que viene y a la reactivación de la economía. Puesto a realizar una tarea de por sí complicada como es construir un plan electoral exitoso en un escenario económico muy adverso, el macrismo consiguió en las últimas semanas la aprobación del presupuesto nacional, además de evitar un paro general de 36 horas de la CGT.

Para mayor agrado del oficialismo, durante noviembre Cristina Kirchner se consolidó en su rol de jefa de la oposición dejando en claro con sus gestos que es inmune a los reclamos de diversos sectores peronistas para que dé un paso al costado.

Finalmente la cumbre del G20 en Buenos Aires le da a Macri una especie de inmunidad transitoria por estar en el centro de la escena internacional.

Pero este escenario es fugaz, como lo demuestran nuevos indicadores políticos, sociales y económicos. Todo indica que la recesión se profundizará durante el último mes del año, junto con el aumento de los riesgos de estallidos sociales y saqueos que las fiestas de fin de año siempre favorecen. Además y por primera vez en mucho tiempo, el peronismo pudo sumar en el Congreso todas sus firmas para arrebatarle a Cambiemos lugares claves en el Consejo de la Magistratura. Según algunos, no sería ésta la única sorpresa que el PJ le depararía al oficialismo. Contribuirían también a la ola pesimista nuevas encuestas que lo darían a Macri perdiendo contra CFK, lo que empezaría a restarle sentido a los deseos oficiales de confrontar con ella. Por otra parte, los quejosos socios radicales de la Casa Rosada ya están volviendo a la carga con su consabido argumento: Macri no los escucha ni los tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones.

También cabe apuntar que, pasado el G20, Macri dejará de estar el lunes que viene protegido por su condición de presidente de la cumbre.

La nueva alquimia

Así es que nuevamente se habla de una hipótesis que había quedado casi descartada: que el gobierno debería estudiar un Plan B si las encuestas terminan mostrando una tendencia inmodificable de Macri a perder en el ballotage. La única novedad es que ahora las versiones son más audaces que las anteriores y van al meollo de la cuestión: cómo dividir profundamente el voto peronista. La respuesta es obviamente la captación de los sectores más moderados del oficialismo. De ahí que ahora suene como tabla de salvación para un oficialismo golpeado la fórmula Vidal-Urtubey acompañada por Sergio Massa como candidato a gobernador de Buenos Aires. Una alianza así, con una cobertura de votos que va desde el peronismo centrista hasta el PRO podría servir de barrera de contención al avance de CFK en las encuestas.

Por las dudas de que éste sea el camino, el gobernador salteño sigue cuidándose hasta en los más mínimos detalles de no molestar a la Casa Rosada y, como precandidato opositor es un ejemplo de moderación. No ocurre lo mismo con Massa que, herido por la crisis que atraviesa su espacio, trata de mostrarse más distante del gobierno. A todo esto, Vidal calla mientras se aclara el panorama provincial. Por ejemplo, sigue dando vueltas en la legislatura provincial el proyecto para habilitar el desdoblamiento de las elecciones provinciales, que según algunos perjudicaría a Macri, al no contar con el apoyo del aparato del PRO bonaerense en la presidencial. Según la visión optimista esto sería al revés, ya que el triunfo en Buenos Aires influiría enormemente en el electorado nacional.

Share