Por Carlos Tórtora.-

Mauricio Macri impuso ya su estilo político al restablecer la normalidad del funcionamiento democrático citando a Olivos a los 24 gobernadores y discutiendo sin retaceos la futura reforma de la participación. Este restablecimiento de las formas no alivió en absoluto el suspenso existente en cuanto al plan económico en elaboración. Para empezar, la reunión entre el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, y directivos de los bancos para definir una fuerte quita en la compensación en pesos de los contratos de dólar a futuro terminó sin acuerdo. Estos contratos, cuyo número se incrementó en forma alarmante durante los últimos cuatro meses de la presidencia de Cristina Kirchner, con Alejandro Vanoli a cargo de la autoridad monetaria, se pactaron con una previsión para el dólar oficial a un nivel entre los 10 y los 11 pesos en el primer trimestre de 2016. En caso de que el salto del dólar oficial lleve a la divisa por encima de ese rango, la autoridad monetaria deberá compensar la diferencia en pesos que surja de un tipo de cambio más alto.

Si el nuevo gobierno devalúa el peso y convalida una cotización oficial del dólar, por ejemplo, a un nivel de 15 pesos como el que refleja el «contado con liquidación» implícito en las operaciones financieras, el BCRA debería pagar esa diferencia en torno al 50% entre el dólar futuro estipulado en el contrato y el de la fecha de expiración.

Se estima en más de USD 12.000 millones el monto comprometido en este instrumento, utilizado por el BCRA para calmar las expectativas del mercado sobre una futura devaluación. Por lo tanto, con un dólar oficial a $ 15 el BCRA deberá compensar a los inversores con unos 60.000 millones de pesos, prácticamente el 10% de la actual Base Monetaria.

Este conflicto inicial preanuncia que al gobierno, aun utilizando todos sus recursos políticos, le resultará difícil bajar el gasto público sin afectar los salarios ni subir las tarifas de los servicios públicos. Con sus movimientos personales, Macri dejó en claro que está abriendo el paraguas para contener los inminentes conflictos. Les dedicó tiempo a Sergio Massa, Adolfo Rodríguez Saá y Margarita Stolbizer, que prácticamente ha desplazado circunstancialmente a Elisa Carrió en sus críticas a la corrupción K. No menos significativo es que el nuevo presidente también le dé un trato preferencial a Daniel Scioli, al que se lo consulta sobre gestiones en Italia.

En este raid de contactos con la cúpula peronista es obvio que Macri visualiza en el salteño Juan Manuel Urtubey la principal amenaza para la hegemonía del PRO en el 2017. Urtubey no dejó pasar el convite a Olivos y planteo que los afiliados del PJ deben votar una nueva conducción partidaria en el 2016. Esto es exactamente lo que no le conviene a Cristina, que pagaría como culpable de la derrota del #22N.

En el PRO crece la impresión de que lo adecuado sería que el peronismo se encamine hacia una larga división que lo mantenga debilitado. Si hubiera una interna partidaria con el voto de los afiliados, el vencedor podría erigir un nuevo liderazgo y negociar desde una posición de fuerza con la Casa Rosada.

Mano dura

La inminencia del ajuste de la economía marcaría sin duda el final del actual idilio entre CAMBIEMOS y el conjunto de la oposición. Macri lo sabe y se prepara para cuando la luna de miel del gobierno se agote. Mientras tanto, aplica con justeza sus planes para reformular el esquema del PRO. Por ejemplo, el hasta ahora dueño del macrismo santafesino, Miguel del Sel, apareció exiliado en la embajada argentina en Panamá. Claramente, Del Sel no está en los planes del presidente para uno de los cuatro distritos más importantes del país.

Mientras tanto, el kirchnerismo se instaló en la intendencia de La Matanza con un despliegue como si se tratara de una provincia (por su tamaño equivale a varias provincias) con la idea de que desde allí la dupla compuesta por la intendenta Verónica Magario y el ex intendente Fernando Espinoza encabecen una operación de presión sobre María Eugenia Vidal. Hasta el economista Roberto Felletti desembarcó como ministro de economía matancero.

Una versión indica que, ni bien el gobierno defina sus primeras medidas económicas, CFK reasumiría su rol de jefa de la oposición criticando todo lo que pueda. Un rol que a Macri no le vendría del todo mal.

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