Por Carlos Tórtora.-

Esta semana las tensiones en el seno de la coalición gobernante se hicieron sentir pero sin ningún dramatismo. La Argentina apoyó el informe sobre violaciones de derechos humanos de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet. La condena al régimen de Nicolás Maduro provocó fisuras menores en el oficialismo, como Alicia Castro, Luis D’Elía y Juan Grabois. El kirchnerismo digirió sin más inconvenientes este giro hacia la realpolitik que distancia a la Argentina de la revolución bolivariana. Pero ahora le esperan a Alberto Fernández nuevos desafíos. El presidente se propone presidir el Consejo Nacional del PJ y ser la cabeza de una alianza entre la Casa Rosada y los gordos de la CGT. ¿Está acordado esto con Cristina Kirchner? Es difícil saberlo. Hasta ahora, el presidente funcionó sin tener un caudal político propio y actuó mediando entre las distintas facciones del oficialismo. El hecho de que casi todo su mandato haya coincidido con la pandemia disimuló una realidad: es difícil gobernar un país caudillista sin poder político propio. La caída de la imagen positiva presidencial se explica en parte por esta falencia. La identificación de Alberto con las posturas de CFK serían vistas por la mayor parte de la población como una señal de debilidad y no como un acuerdo de gobernabilidad. Ahora, en lo que se supone es el comienzo de la etapa de salida de la pandemia, AF buscaría recuperar oxígeno y por primera vez acumular poder político propio, alejándose del perfil de gerente del kirchnerismo. Hasta ahora no quiso o no supo. El gobernador tucumano Juan Manzur -que carga con el peso de una subida dramática de casos de Covid-19- es el operador para sumarle gobernadores al reflotamiento de la imagen presidencial. En las incipientes negociaciones con los mandatarios provinciales se incluirían probables cambios en el gabinete, donde son pocos los ministros que se han destacado. En los últimos meses, los relevos de funcionarios sirvieron en general para aumentar el poder del cristinismo, como por ejemplo en el caso del nuevo Secretario de Energía Darío Martínez. Los encuentros cada vez más frecuentes del presidente con Aníbal Fernández naturalmente dan que hablar.

Ante todo la crisis con la justicia

Pero las maniobras en marcha del oficialismo avanzan a media máquina a la espera de que se defina el conflicto de poderes entre el Legislativo y el Ejecutivo por un lado y la Justicia por el otro. La futura estrategia de la Casa Rosada será distinta si el alto tribunal logra acuerdo interno para fallar a favor de los camaristas Leopoldo Bruglia y Germán Castelli. Si esto ocurriera, el gobierno profundizaría la reforma judicial (la ley que crea nuevos juzgados federales sólo tiene media sanción) impulsando el aumento de miembros de la Corte a nueve. Se trata de aplicar el mismo criterio seguido para licuar el poder de los jueces de Comodoro Py: crear más vacantes, lo que habilitaría la remoción de Carlos Rosenkrantz como presidente de la Corte.

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