Por Sebastián Dumont.-

La descomposición del Frente para la Victoria está generando un efecto más amplio aún que los personajes vinculados de manera directa con los casos judiciales resonantes. En principio, la preocupación de hasta dónde llegará el descontento social que observa cómo la década ganada en realidad fue la década robada, llega a todo el arco del peronismo, pero también a la política en general. El recuerdo del que se “vayan todos” del 2001 empieza a estar cada vez más presente en los análisis que se hacen en las mesas políticas. La realidad es que, salvo un puñado muy pequeño de peronistas, nadie puede quitarse el estigma de haber sido parte del kirchnerismo, al que ahora quieren tirar por la ventana. La pregunta es si alguien puede captar electoralmente este desbande en las filas K.

Se está dando un movimiento más silencioso que visible, con origen en el conurbano bonaerense. Algo similar a lo que fue el tránsito de dirigentes luego de las elecciones de 2013, que ganó Sergio Massa y frenó la idea de la reforma de la Constitución que imaginaba el cristinismo. Acostumbrados al calor del poder, pero sobre todo del poder que puede venir, muchos de ellos fueron en busca de incorporarse al Frente Renovador. La historia que continuó después es conocida.

Ahora, el líder del Frente Renovador está arriba en todas las encuestas de imagen y ha comenzado a recibir más llamados que antes de dirigentes que sondean la posibilidad de sumarse a su espacio. Claro que no será un proceso simple, porque Massa no está dispuesto a vincularse con el PJ, al que abandonó en 2013 para enfrentar al cristinismo. Ya en varias oportunidades adelantamos que la idea junto con De La Sota es fortalecer el Frente UNA y, en todo caso, que se sumen allí y no al revés. Pero la estructura del PJ no es para despreciar ni mucho menos, sobre todo cuando se trata de tiempos electorales.

A diferencia de otros tiempos, Massa ya no hace tanto ruido cuando se incorpora un intendente a su espacio. La semana pasada recibió a dos jefes comunales de la cuarta sección, donde en el peronismo son fuertes Julián Domínguez y Florencio Randazzo. Además, de allí proviene el presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó. Sin embargo, prefirió que la foto la hicieran Sarghini y Jorge D’Onofrio.

Pero además, se está dando otra movida. Y tiene que ver con la actualidad de los concejos deliberantes y los bloques propios y los que vendrán. Se especula que en los próximos días podría haber ruptura en los bloques de Katopodis en San Martín y en el de Festa en Moreno. No serían los únicos.

Las oficinas de Sebastián Galmarini, tanto en el senado como en Boulogne, son un constante transitar de concejales de la provincia. Lo mismo hace el presidente del Bloque de Senadores, Jorge D’Onofrio. Y muchos de los acuerdos los termina sellando, con la foto de rigor, Jorge Sarghini. Otro dato: en la semana se sumará el ex intendente de Hurlingham Luis Acuña como Secretario de Relaciones Institucionales del Senado Bonaerense. Una oficina donde habrá política.

Capitulo aparte para los intendentes K, que ahora quieren desembarazarse de su estigma. Sabido es que la división entre los ortodoxos y los dialoguistas es marcada. Estos últimos aceleraron en las últimas horas la idea de irse del Frente para la Victoria, como sucederá en diputados también. No ven con malos ojos trabajar un acuerdo para que Massa y Randazzo se junten. El tema es que Randazzo ha demorado su salida como consecuencia de los efectos judiciales. En definitiva, fue hasta el 10 de diciembre parte del cristinismo y su mayor osadía fue decirle que no a Cristina, que lo quiso en la provincia de Buenos Aires. Parece poco para dejar atrás el lastre kirchnerista.

Claro que todos estos análisis tienen la endeblez del día a día y de las noticias que emanan de tribunales. Quizá pronto vuelva a acelerarse el que se vayan todos. Sobre todo los que tuvieron que ver, de alguna forma u otra, con el Frente para la Victoria.

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