Por Carlos Tórtora.-

Ninguna transición en la historia electoral nacional se parece a ésta. El kirchnerismo se retira del poder tratando de instalar la misma idea que el general Douglas Mc Arthur inmortalizara en su célebre retirada de las Filipinas, sitiado por las fuerzas imperiales japonesas: “Volveremos”. No sólo el vaciamiento de las reservas del Banco Central sino la innumerable cantidad de leyes, designaciones arbitrarias, nuevas restricciones cambiarias y hasta la polémica absurda sobre la forma de la transmisión del mando, montaron un escenario destinado a afirmar lo que ya todos saben, que el kirchnerismo dejó un campo minado cuya gravedad apenas se vislumbra y que apuesta a que el inevitable ajuste que se viene detone la violencia social. En otras palabras, que el gobierno de CAMBIEMOS se vea obligado a reprimir para mantener el orden y la vigencia de la Constitución Nacional. Si se concretara esta perspectiva, es probable que la vida política -que hoy tiende a distenderse bajo la batuta de un conciliador como Mauricio Macri- vuelva a polarizarse entre una alianza opositora del kirchnerismo con sectores peronistas y parte de la izquierda, contra el PRO, la UCR y la mayor parte del peronismo moderado. Al designar a Martín Lousteau como embajador argentino ante los EEUU, Macri no sólo neutralizó al menos por un tiempo a un presidenciable; también avanzó hacia la captación del progresismo para un proyecto que tiene otro signo.

En general, las designaciones de Macri mostraron moderación y buen criterio, así como un cierto rechazo implícito a la idea de que la lucha política domine la interna del gabinete nacional. Ningún ministro tiene demasiado poder y -sobre todo- ninguno es una figura política de gran envergadura. El único que iba a ser la excepción era Ernesto Sanz para ser Ministro de Justicia y se apartó a último momento.

Pero la carga psicológica que domina los últimos días del kirchnerismo en el poder tiene que ver con algo que puede ser esencial para sus planes: la posibilidad de que horas antes de que Macri jure como presidente se desate una ola de violencia protagonizada por grupos de izquierda que iniciarían así la resistencia activa -mediante saqueos y atentados- contra el supuesto plan económico del gobierno entrante. Si esto ocurriera, poco perdería políticamente el kirchnerismo, que ya está execrado por la mayor parte de la sociedad, y sí sufriría el nuevo gobierno, que debería asumir enfrentando tal vez la parodia sangrienta de una pseudo resistencia popular. Que se sepa, ningún informe oficial o extraoficial asegura categóricamente que esto sucederá, pero tampoco lo descarta. Hay docenas de partes de inteligencia que mencionan el incremento de la toma de tierras en el segundo cordón del conurbano, así como la gimnasia revolucionaria de grupos que convocan a prepararse para “la resistencia armada”. En partidos especialmente significativos como Ezeiza, se habla de depósitos con cientos de armas de guerra y de entrenamientos con las mismas por parte de presos del Vatayón Militante, que son incondicionales de La Cámpora.

La última palabra, sin duda, la tiene CFK. Sólo ella puede ordenar que haya sangre en las calles mientras jura Macri. Lo que puede suceder aquí se vincula, sin duda, con la elección legislativa venezolana de hoy. Si los resultados de la misma marcan una caída estruendosa del régimen de Nicolás Maduro, éste ya advirtió que la revolución puede llegar a continuar aun contra el veredicto de las urnas. Una Venezuela al borde de la guerra civil sería el marco ideal para que en nuestro país, de mayor calidad institucional, el kirchnerismo se retire incendiándolo todo a su paso. Sería como la reafirmación violenta de que la revolución bolivariana sigue en pie y que habrá una firme resistencia al giro de 180 grados en materia internacional y económica que proponen tanto Macri como la oposición venezolana.

Modelo para armar

Mientras tanto, en la Argentina, los sistemas de seguridad e inteligencia están atravesando por una situación de crisis muy particular, en alguna medida inédita. Por ejemplo, nadie se pregunta por lo que ocurrirá con la mayor estructura de inteligencia del país (y que realiza inteligencia interna). La misma fue construida con un enorme empeño de recursos por su creador, el ex Jefe de Estado Mayor César Milani, que de este modo le dio a CFK una verdadera SIDE paralela que ilegalmente investiga a opositores de todos los sectores, contando con equipamiento de última tecnología. Hoy el general José Eduardo Medina está a cargo de la Dirección General de Inteligencia. ¿Desmontará el gobierno inmediatamente este aparato de inteligencia clandestina? ¿Sus recursos técnicos irán a parar a la AFI, en la que será designado Gustavo Arribas, escribano, amigo íntimo de Macri, y que viene también del mundo del fútbol. Es representante de varios jugadores, entre otros del ex jugador de Racing, Lisandro López.

La designación de Arribas sorprendió por su lejanía al tema, aunque sí es coherente con la idea de que en el organismo de la inteligencia nacional siempre debe haber un amigo u hombre de confianza del presidente.

En materia de seguridad, sin duda que el peso de las decisiones recaerá en Cristian Ritondo (por Buenos Aires) y Patricia Bullrich (en el orden nacional).

Esta renovación política se da en el contexto de cambios muy profundos. La Superintendencia de Seguridad Metropolitana de la Policía Federal (entre otros servicios) se irá transfiriendo a la nueva Policía Metropolitana. Este viejo objetivo del gobierno porteño es de los más complejos. La división de la Federal puede significar el punto de arranque para la creación de una nueva agencia federal contra el crimen organizado que tendría sus zonas grises con la AFI. Además, los 8.000 efectivos de la Metropolitana, sumados a los cerca de 13.000 que se transferirían de la Federal, conformarían una nueva fuerza de más de 20.000 efectivos altamente calificados. O sea, un nuevo actor en el escenario de la seguridad con peso institucional importante. Sin duda, en medio de las turbulencias actuales, el gobierno no tiene definiciones sobre qué hacer con una AFI creada a medida de La Cámpora y sabe que su nueva relación con el marco político internacional lo llevará a recibir presiones cada vez más fuertes para luchar contra el narcotráfico. En otras palabras, que se viene un nuevo esquema de seguridad e inteligencia cuyo armado es, al menos por ahora, un misterio.

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