Por Carlos Tórtora.-

El conglomerado peronista que se mueve alrededor de María Eugenia Vidal tuvo su expresión más audaz en la polifacética mesa que compartían Mario Ishii, Jesús Cariglino, Aldo Rico y que estaba presidida por la figura tutelar de Eduardo Duhalde. Este mosaico, ni aun para los dirigentes más cercanos al mismo, como Alejandro Granados, podía tener futuro. Al punto que inmediatamente empezaron a aterrizar en el escritorio de la gobernadora mediciones que hablaban de la incompatibilidad de su figura con la de algunos de los desgastados nombrados.

Sin futuro

Inmediatamente aparecieron también las escaramuzas internas. Duhalde, obsesionado con que su apellido otra vez coseché votos con una boleta, apuntó directamente al armado de una colectora encabezada por su esposa Chiche, que no por nada reapareció últimamente en los medios. La reacción fue ampliamente negativa y Rico fue el que llevó la voz cantante: no estaba dispuesto a trabajar para los Duhalde. Desde hace quince días las contras de este engendro ya se hicieron intolerables para el gobierno provincial y los operadores macristas se dedican a desactivar el proyecto. El neoduhaldismo duró menos que una tormenta de verano.

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