Por Rodolfo Patricio Florido.-

No solamente en cuatro días se define el futuro político de Río Negro durante los próximos cuatro años. También se define el futuro político del Senador Pichetto; más relativamente el del Gobernador Norberto Weretilneck y tendrá un fuerte impacto en la Nación, aún más si Pichetto pierde que si Weretilneck gana, aunque esto parezca una sutileza. Si Weretilneck gana, lo hará con recursos propios y sin candidato nacional que lo haya acompañado (Massa fue un espejismo sin destino) con lo que abre su crédito nacional en tanto que, si Pichetto pierde, el impacto nacional será mayor, por lo que supone Pichetto en el armado de Scioli y su incondicionalidad para con Cristina Fernández de Kirchner. Esto potencia la observación nacional de esta elección, mucho más allá del escaso caudal electoral que aporta Río Negro. Odarda y Massaccesi son casos distintos, se suicidaron en campaña, especialmente la primera.

La primera, Magdalena Odarda, apareció con mucha fuerza terciando en la elección hace unos 3 meses, pero su extrema militancia -asesorada por cierto- en temas ambientalistas y la confrontación con Lewis, empresariado, etc., la desperfiló como una opción para ser Gobernadora. De hecho -lo que no está mal por cierto- parecía más una candidata de un Partido Verde, Ecologista, Indigenista Ambientalista o Humanista, que una candidata de un Partido Político Nacional con expectativas de Gobernar la Nación en alianza con el PRO y la UCR. Eso sí, su radicalización verde/indigenoecologista, garantizó algunas diputaciones y afectó su futuro inmediato y su futuro de mediano plazo… ¿querrán traicionarla luego?… ya lo han hecho antes.

El segundo, Massaccesi, hizo un esfuerzo enorme por recuperar la esencia radical perdida en todos los años de Radicalismo K y transmutaciones migrantes como Mendioroz. Quizás lo logró pensando en el mediano y largo plazo, pero no pudo levantar el peso político de su propio pasado que, con razones o sin ellas, se ha incorporado en el imaginario colectivo de la sociedad de a pie, como una época de fracasos. Así; el radicalismo que hegemonizó casi durante 30 la Provincia, no solo se aburguesó por sus propias transmutaciones y almas alquiladas, sino que correrá el riesgo de quedar en cuarto lugar, sacando menos votos incluso que los que sus militantes históricos disponen. Claramente aquí se impone la variante de un viejo concepto que dice… “quien puede lo más puede lo menos” y que ahora debería decir… quien no puede lo menos no podrá nunca lo más.

Durante la campaña de Pichetto, que se inició como para arrollar y fue perdiendo intensidad, se notó la ausencia, más allá de sonrisas fotográficas, de Martín Soria, su hermana María Emilia, (¿fallido e inexplicable error de cálculo de edad para ser la candidata a vicegobernadora de Pichetto?) y en algún punto, de la dirigente con más raigambre y menos rechazo de Bariloche como es Silvina García Larraburu.

Lo cierto es que Weretilneck pasó de ser un vicegobernador acompañante de Carlos Soria, a ser un Gobernador cuestionado de un peronismo ortodoxo fallido, a ser un Gobernador que generó suficientes expectativas como para lanzarse a una reelección, abroquelando -aunque sea desde el poder que supone el cargo- dirigentes de todo el espectro político (Frente Grande, Partido Justicialista, UCR y vecinalismo) bajo el formato de una nueva sigla como es “Juntos Somos Río Negro”.

Así, se transformó de una gestión cuya única aspiración inicial era sobrevivir a la muerte de Carlos Soria, en una opción electoral cierta y concreta que no es descabellado pensar pueda ser ratificada en las urnas, condicionando el futuro político de varias figuras nacionales y regionales que hace tres años no veían ninguna amenaza a sus aspiraciones.

Pichetto también podría ganar, pero lo cierto es que pasó de ser una certeza a ser un condicional, “podría”. Tiene mucho más que perder que lo que tiene por ganar. El tiempo de su gobernación terminó siendo primero sepultado por una Presidente (en su mejor momento) que apoyó a Saiz como expresión del radicalismo K y abandonó a su suerte a su primera espada senatorial cuando este intentó alcanzar el sueño de su vida. Luego fue Carlos Soria quien lo primereo quedando como candidato de un Frente Para la Victoria en su apogeo a pesar de que todo Río Negro sabía que Soria no representaba la pureza ideológica del kirchnerismo. Ahora, es Martín Soria, quien apoyando a Randazzo en la interna peronista kirchnerista, afecta indirectamente o no tan indirectamente a un Pichetto que pactó con Daniel Scioli que compite contra Randazzo. A nadie le llamaría demasiado la atención que el sorismo no se verticalice como Pichetto desearía. A pocos se les escapa que no hace mucho Randazzo afirmó para la agencia oficial de noticias de la Presidencia de la Nación, TELAM, lo siguiente: “Yo sueño con una Argentina que tenga dirigentes como Martín Soria, que de ninguna manera implica una descalificación a quien en realidad es un amigo mío, con el que hemos compartido mil cosas, como es Miguel Pichetto». «Aunque Martín tiene una visión de cara al futuro mucho más cerca de lo que en realidad deseo del conjunto de los argentinos». Soria hijo le devolvió el político mimo y expresó: «Randazzo es una persona de acción, de gestión, de meterle muchísimas horas de trabajo, de transformar esa idea de la buena política, la que sirve para transformar la realidad de los vecinos, cambiar las cosas, abogo para que sea el próximo presidente de todos los argentinos».

Este tipo de situaciones constituyeron rajaduras internas en el kirchnerismo rionegrino y Weretilneck no dejó de observarlas y aprovechar para competir en un escenario que no parecía muy favorable hasta que los vientos cambiaron y le dieron una oportunidad que claramente intenta aprovechar. En cuatro días se sabrá si su estrategia le dio un nuevo destino o abrió nuevos desafíos para un Pichetto al que solo le queda ganar u observar como el fantasma del apellido Soria lo empieza a alcanzar… otra vez.

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