Por Carlos Tórtora.-

De todas las claves que van a definir la etapa crítica del cierre de listas de candidatos para las PASO del 9 de agosto, hay una que va a gravitar en particular en esta campaña electoral. Se trata de si CFK será o no candidata a algún cargo electivo, decisión que, si ya está tomada, se guardaría bajo siete llaves hasta último momento. Aníbal Fernández desestimó ayer esta posibilidad y no son pocos los que dicen que, convencida de que el kirchnerismo retendrá el poder en las urnas, ella preferiría colocarse en “la jefatura suprema del movimiento”, es decir por sobre todos, incluyendo obviamente al próximo Presidente de la Nación. Pero hay circunstancias que hacen que estos planes estén sujetos a otras variables. Para el cristinismo es realmente vital que Florencio Randazzo haga una gran elección primaria y se ubique a pocos puntos de Daniel Scioli, ya que ganarle estaría dentro de un margen que los encuestadores consideran ínfimo. Dando una sensación de que casi le empata al gobernador bonaerense, el kirchnerismo mostraría su fuerza y daría a la sociedad el mensaje que necesita para condicionarlo aún más: los votos de Scioli son en general los votos de Cristina. En otras palabras, que su futuro poder sería tan sólo una derivación del apoyo que ella le preste y no una construcción propia. La diferencia de la proyección futura entre ambas posibilidades es enorme. Si es evidente que Scioli consigue llegar a la Casa Rosada sobre todo por el peso electoral de su figura, tendrá una legitimación política lo suficientemente sólida como para intentar romper el corralito de poder que le están armando y construir su propio sistema de poder, desplazando total o parcialmente a los equipos cristinistas. En cambio, si la que eventualmente gana las PASO es Cristina prestándole los votos a sus dos precandidatos, Scioli afrontará la campaña para la primera vuelta cada vez más condicionado, mientras a diario el gobierno anunciaría quiénes serán los altos funcionarios de su futuro gobierno y qué políticas se adoptarán en cada área. Desde el vamos, entonces, su legitimidad política sería prestada y su poder casi delegado de la figura solar de su jefa.

Los números no dan

El problema que se le está presentando al entorno presidencial es que la mayor parte de las encuestas de mayo coinciden en que la diferencia entre Scioli y Randazzo es por el momento más que considerable. Algunas mediciones hablan incluso de que el primero duplica en votos al segundo. En las últimas dos semanas, se hicieron evidentes los esfuerzos oficiales -incluyendo llamadas de Carlos Zannini a los gobernadores oficialistas- para que apoyaran al Ministro de Interior y Transporte, que se muestra cada vez más desafiante y agresivo, llegando al punto de las bromas de mal gusto sobre “el manco”, que continuó con una crítica mordaz a Karina Rabolini. Nada de esto obviamente ocurriría sin el consentimiento de CFK, que tal vez esperara mejores números por parte de su ministro. Si las encuestas de la primera quincena de junio confirman las anteriores, sería obvio que Scioli estaría cerca de imponerse en la primaria del FpV con una diferencia más que importante. Una de las explicaciones es que la mayor parte de los gobernadores K, empezando por José Luis Gioja, Juan Manuel Urtubey, Gildo Insfrán, Maurice Kloss, Eduardo Fellner y hasta Jorge Capitanich, preferirían arrimarle votos a Scioli antes que a Randazzo. El motivo es simple: el fortalecimiento del primero, tarde o temprano, le restaría poder a La Cámpora y, quien más quien menos, todos los gobernadores del PJ están candados de sufrir las presiones de Máximo Kirchner y sus amigos y sienten que con un presidente con poder propio, ellos estarían menos condicionados que ahora por la Casa Rosada.

Así las cosas, en Olivos empezaría a percibirse que el peronismo estructural prefiere a Scioli y que Randazzo está quedando limitado al voto de las organizaciones creadas por el kirchnerismo, el Movimiento Evita, Kolina, La Cámpora, etc.

Las conclusiones ante este cuadro surgen solas: la única forma que tendría la presidente de evitar que Scioli tome vuelo propio mediante un gran resultado en las PASO sería siendo ella candidata. De este modo, al figurar su nombre en una boleta -si es la del PARLASUR mejor, porque será nacional- el cristinismo podrá proclamar que los votos son de ella y que se los está aportando a Scioli. En suma que el arrastre, tanto para este último como para Randazzo, sería mérito de la alta imagen positiva que supuestamente habría recuperado CFK. Obviamente, esto la obligaría no sólo a hacer campaña sino a opacar a Scioli y Randazzo, facilitándole algo las cosas a la oposición, que encontraría su disposición el blanco mayor para apuntar.

Así es que, para conservar el poder, el cristinismo está obligado a demostrar que los votos en juego son propios, lo que justificaría el razonamiento de que Scioli es apenas el prestanombre de la operación. O sea, el Héctor J. Cámpora contemporáneo.

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