Por Carlos Tórtora.-

Entre bastidores, Daniel Scioli y su equipo más intimo preparan designaciones claves para el 10 de diciembre, convencidos de que la victoria es casi irreversible. El hermetismo del gobernador bonaerense combina bien con su personalidad y su ya indeleble estilo de explayarse sin definir absolutamente nada. Pero en estas circunstancias, la extrema reserva del sciolismo tiene una explicación muy especial: el temor a que algunas de las futuras designaciones irriten prematuramente al cristinismo, donde todos sonríen y aplauden al ex motonauta, pero en privado se preparan para que éste los traicione. Lo que nadie sabe, ni ellos y tal vez ni el mismo Scioli, son los alcances de esta supuesta traición. El candidato oficialista no deja de emitir por todos los medios a su alcance mensajes tranquilizadores hablando de que aplicará el gradualismo en las distintas áreas de gobierno. También le hace llegar, por ejemplo, al presidente del BCRA Alejandro Vanoli palabras tranquilizadoras en el sentido de que no intentará forzar su renuncia.

Claro que ni con tanta prudencia se puede evitar que florezcan las susceptibilidades. Un tema que apunta a provocar un cortocircuito sería la aparente decisión de Scioli de nombrar para conducir la flamante Agencia Federal de Inteligencia (AFI) al actual Juez Federal Rodolfo Canicoba Corral. Esta elección tendría razones diversas. Para empezar, el establishment está cada vez más inquieto por los manejos de Oscar Parrilli, actual titular de la AFI. Por ejemplo, preocupan los trascendidos sobre las gestiones de éste para la adquisición de Galileo, un avanzado ­y muy costoso­ software espía, según surge del análisis de más de mil mails difundidos por WikiLeaks, en los que se describen las gestiones de venta en nuestro país de la empresa italiana Hacking Team (HT). Esto coincide con el flamante decreto 1131, que establece la Nueva Doctrina de Inteligencia Nacional. Una de las nuevas funciones de la AFI es justamente la de investigar acciones económicas “desestabilizadoras” o que promuevan “golpes de mercado”. O sea, carta blanca para espiar en la City a cualquiera con cualquier pretexto, como podría ser una compra abultada de dólares o una maniobra bursátil. Esta criminalización de las actividades financieras habría hecho que varios grupos empresarios le estén reclamando a Scioli que dé garantías, es decir, que el sucesor de Parrilli no sea un cristinista sino un funcionario ajeno al actual poder político.

El no que se viene

Canicoba Corral no es lo que se dice un juez cuestionador del gobierno y fue el primero en criticar al fiscal Alberto Nisman cuando éste descalificó el Memorándum de Entendimiento firmado entre los gobiernos de Argentina e Irán. En su juzgado se tramita justamente la causa AMIA. Pero la particularidad de este juez es su capacidad de pendular entre los magistrados más oficialistas de Comodoro PY, como Norberto Oyarbide y Julián Ercolini, y los más críticos del gobierno, como Claudio Bonadío y María Servini de Cubría, sin olvidar sus buenas relaciones con Ariel Lijo, que practica como él un juego de equilibrios inestables con la Casa Rosada.

El caso es que el proyecto de Canicoba a la AFI no pasaría el filtro del comisario político Carlos Zannini, quien estaría con la idea de vetarle a Scioli semejante designación. Para más datos, Canicoba no cuenta con la confianza de la pieza central del armado K en la justicia, la Procuradora General Alejandra Gils Carbó, que ahora tiene a su cargo las escuchas telefónicas que antes realizaba la SIDE. Como sucesora de ésta, la AFI es un organismo que ningún presidente dejaría de tener bajo su control directo, a través de un hombre de su confianza. Pero el cristinismo pretendería negociar con Scioli un nombre, que no sería precisamente el de Canicoba.

Bajo cuerda, la pulseada por el control de la AFI ya comenzó. Algunos asesores de Scioli en materia de inteligencia y seguridad ya le habrían advertido que, si como presidente no controla la AFI, estaría generando condiciones para que lo debiliten rápidamente. El cargo que hoy ocupa Parrilli, el Ministerio de Economía y la Cancillería son áreas que, si gana las elecciones, el gobernador bonaerense no podría ceder en ninguna mesa de negociaciones sin pagar el costo de asumir con su poder mellado.

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