Por Carlos Tórtora.-

El diagnóstico de lo ocurrido en las últimas 48 horas ofrece pocas dudas. Cristina Kirchner habría condicionado su alto el fuego con el presidente a un gesto de parte de éste, lo que resultó en entregar la cabeza del ministro de Desarrollo Matías Kulfas, uno de los principales blancos del kirchnerismo. Para no entregarle esta cartera a la vicepresidenta, Alberto eligió para suceder a Kulfas a una figura con volumen político propio y con una relación aceptable con el kirchnerismo. Scioli viene merodeando por la Casa Rosada desde hace varios meses y se hizo medir para presidente en un par de encuestas. No cabe duda de que el ex motonauta va a tener un perfil muy alto, por encima del que tienen otros presidenciales del kirchnerismo, como Jorge Capitanich y Eduardo Wado de Pedro. Algunos conocedores del estilo Scioli apuestan a que éste no se adscribirá a ninguno de los bandos existentes en el gobierno y que buscará mantener una relación equilibrada con el presidente y la vicepresidenta. Y, ante todo, evitaría chocar con Martín Guzmán.

Scioli aspira a ser el sucesor de Alberto, por más que el hecho de haber perdido ya una elección presidencial lo coloca en una posición de debilidad. Pero en lo inmediato, el ser la figura más notable de un gabinete mediocre le juega a favor.

Cristina se recuperó

A Cristina, la caída de Kulfas le devuelve una imagen de poder que estaba deteriorada, aunque sabe, porque lo conoce demasiado, que el nuevo ministro de Producción no es un obediente soldado y que actuará en función de sus intereses personales.

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