Por Guillermo Cherashny.-

Hace más de dos meses escribimos una nota en donde señalamos que, en un almuerzo que se realiza los sábados a las 13 hs. en el popular restaurant «La Raya», se reúne un grupo de políticos cercanos a Sergio Massa, periodistas y encuestadores para votar en cada almuerzo si CFK entregaría la banda presidencial a quien resultara ganador de las elecciones.

Esa votación se hacía desde seis meses, ya que la gravedad de la situación económica hacía dudar de un entrega pacífica del mando. Algunos pensaban que la economía explotaba antes de las elecciones, pero, si bien no explotó, se deterioró muchísimo, a tal punto que Scioli no logró el 40% en las PASO ni en las generales del 25 de octubre.

No se votaba más desde hace un mes, pero los que sostenían que no entregaba los atributos del mando no pensaban que CFK abandonaría el poder antes de tiempo. Se sugería que, como es muy soberbia, obstinada y orgullosa, la presidenta no entregaría personalmente la banda presidencial ni a Macri, Massa o Scioli, porque los considera inferiores a ella.

Por tanto, dejaría que Boudou fuera el encargado de entregarla, pero, en caso de que fuera impopular esta presencia, lo haría Gerardo Zamora o bien Julián Domínguez, el presidente de la Cámara Diputados. Esta situación simbólica es una vergüenza desde la vuelta de la democracia.

Demuestra que la presidente no es una demócrata y que su «proyecto» es tan populista y autoritario como el de Chávez y Maduro en Venezuela. Está claro que ese almuerzo de los días sábados puso sobre la mesa de discusión un tema que se veía venir, dada la complicada personalidad de CFK.

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