Por Carlos Tórtora.-

No es un secreto que en política la decisión más importante es la elección del enemigo. Toda construcción estratégica descansa sobre la certidumbre de identificar al oponente. También es sabido que el gobierno -éste y cualquiera- puede elegir a su oponente mediante el sencillo procedimiento de atacarlo y ponerlo en primer plano para la opinión pública. Sobre esta base, podemos decir que Alberto Fernández decidió en las últimas semanas que el jefe de la oposición sea Horacio Rodríguez Larreta. Luego de una convivencia de varios meses en torno al coronavirus, el presidente disparó munición de grueso calibre al recortar súbitamente 1 punto de la coparticipación asignada a la Ciudad. El resultado está a la vista: victimizado como blanco del kirchnerismo, el jefe de gobierno subió en las encuestas y sobrepasó en imagen positiva al presidente, que está en franco retroceso. En otras palabras, la Casa Rosada instaló al alcalde porteño como jefe de la oposición y con esta jugada dejó a Mauricio Macri en segundo lugar. Un interrogante a dilucidar es el porqué de esta movida. Hoy por hoy, Larreta tiene ciertas ventajas sobre Macri, a saber: gobierna el distrito más rico y que influye sobre el resto del país, no tiene en su haber causas de corrupción y tampoco carga con el desgaste que caracteriza al fundador del PRO. Con este cuadro a la vista, todo indicaría que al kirchnerismo le convendría lidiar con el desgastado Macri y no con Larreta. En la historia sobran ejemplos. Por caso, Juan Domingo Perón, en su segunda presidencia, polarizaba con Ricardo Balbín, para hacerlo crecer en detrimento de Arturo Frondizi, que era un rival más peligroso. Carlos Menem, por su parte, hizo todo lo posible para que el jefe de la oposición fuera Raúl Alfonsín, quebrantado luego de su deslucida salida anticipada del gobierno. Macri hizo lo mismo con Cristina Kirchner, la convirtió en su gran opositora y ella pudo zafar de su probable derrota en un ballotage poniendo de candidato a Alberto, lo que cambió el tablero electoral.

Ahora, la situación presenta para el kirchnerismo un contrasentido. El presidente arremete contra su oponente más fuerte y lo hace crecer en detrimento del más débil que hoy es Macri.

¿Y ahora qué?

¿Se equivoca Alberto y está dándole pie al rival más difícil?

La realidad es que hasta en Juntos por el Cambio están sorprendidos por la situación. Algunos consultores interpretan que Alberto estaría procurando que Macri y Larreta se enfrenten encarnizadamente por la conducción, lo que no es probable que ocurra. Simplemente ganará el mejor posicionado.

Al parecer, el kirchnerismo no calculó bien hasta qué punto podía crecer Larreta y ahora se enfrenta a una realidad difícil de manejar. No obstante ello, el presidente insiste en su cruzada contra la “ciudad opulenta”.

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