Por Guillermo Cherashny.-

La derrota de Daniel Scioli el #22N pasado agravó la división que había en el Frente para la Victoria y en el peronismo, porque ahora son pocos los que niegan la conducción de la ex Presidente: Juan Manuel Urtubey y Alejandro Granados como los más resonantes y, por el otro lado, Máximo Kirchner, La Cámpora y los movimientos sociales como el de Milagro Sala, para movilizar y desestabilizar al nuevo gobierno.

Si bien la reunión con todos los gobernadores -en especial los peronistas- fue muy auspiciosa, lo que garantizaría la buena voluntad de los senadores que les responden, Miguel Ángel Pichetto, el presidente del bloque en la Cámara Alta, se mostró inusualmente duro, sosteniendo que le corresponden las comisiones más importantes y que eventualmente harán funcionar el Senado con la mayoría peronista y, además, sugirió que CAMBIEMOS quiere una nueva ley laboral muy similar a la impulsó De la Rúa, cuando en realidad ni Macri ni ninguno de sus colaboradores habló de ese temario.

Está claro que Zamora, de Santiago del Estero; Alperovich, de Tucumán, y los gobernadores Insfrán, de Formosa, y Domingo Pepo, de Chaco, no compartirían la posición de Pichetto que, para sorpresa de muchos, sigue reivindicando a la ex Presidente en su decisión de no entregar el bastón y la banda y criticando la medida judicial. Pero lo más grave es amenaza con hacer funcionar el Senado con la mayoría que tienen los peronistas y la camporista Anabel Fernández Sagasti, que es gran contradicción con lo satisfechos que estaban los gobernadores importantes, que quieren dinero para pagar sueldos y obras públicas y de ninguna manera obstruir al nuevo gobierno. Lo extraño es que Pichetto siempre fue un moderado, aun en los doce años de Kirchner-cristinismo, pero ahora emitió ese ultimátum que poco tiene que ver con la armonía que se espera entre oficialismo y oposición.

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