Por Carlos Tórtora.-

El tironeo entre posturas disímiles empieza a tener implicancias serias para la gestión de Alberto Fernández en la medida en que se van consolidando dos polos en el gabinete. Los primeros pasos del Ministro de Economía Martín Guzmán cayeron bien en el FMI y en Washington y allanaron el camino para una cumbre del presidente con Donald Trump en Washington, sin fecha por diversos contratiempos. Pero hay crecientes sombras, como el alto perfil de la ministra de Seguridad Sabina Frederic, que descalificó la declaración por el gobierno de Macri de Hezbollah como grupo terrorista. La ministra lleva adelante un detallado barrido de la herencia de Patricia Bullrich dejando sin efecto distintos protocolos y abandonando la doctrina Chocobar. Pero no deja de inmiscuirse en temas estratégicos, como por ejemplo anunciar que habrá una revisión técnica de la pericia de Gendarmería que determinó que Alberto Nisman habría sido asesinado.

Pero la nota más destacada es el manifiesto sostén oficial de la campaña política que lleva adelante desde Argentina Evo Morales. La protesta del embajador Edward Prado marcó un cambio de tono en la relación bilateral que ya se había notado cuando la Casa Blanca postergó su decisión sobre las exportaciones nacionales de acero y aluminio hacia los Estados Unidos.

Futuro incierto

El caso es que la violación por Morales de su condición de refugiado tensiona también aún más la relación con Brasilia, interesada en que el MAS no vuelva al poder en las próximas elecciones.

Así es, entonces, que la consolidación de un bloque filochavista en la Casa Rosada es un ancla para las pretensiones de Alberto de alcanzar un nivel de diálogo privilegiado por Washington.

Tal como van las cosas, la polémica por el respaldo a Morales está irrumpiendo como un factor negativo en las negociaciones con el FMI.

Share