Por Carlos Tórtora.-

Si bien era un hecho previsto, la demorada jura del intendente de San Miguel, Joaquín de la Torre, como Ministro de Producción bonaerense, ensanchó el distanciamiento entre Sergio Massa y María Eugenia Vidal. El primero, en el reciente cónclave que presidió en Mar del Plata junto a José Manuel de la Sota, volvió a definirse como garante de la gobernabilidad en la provincia. Esto es, que sus bloques en la legislatura local continúan apoyando los proyectos fundamentales de Vidal, en tanto ella mantiene en las estructuras del estado provincial a cientos de funcionarios massistas. De La Torre proviene del riñón del Frente Renovador y en La Plata todos dan por supuesto que su verdadera misión política será encabezar un profundo operativo de vaciamiento de intendentes y dirigentes que hoy responden al tigrense y que podrían convertirse en aliados de CAMBIEMOS. La cuestión está lejos de ser simple porque, si De La Torre pasara a convertirse en el gran operador político de Vidal, su peso en el gobierno podría reducir la gravitación del hombre fuerte de la gobernación, Federico Salvai. Otro eje de poder instalado en el gabinete provincial, el integrado por el Ministro de Justicia Gustavo Ferrari y su aliado, el multioperador Daniel Angelici, también resistirían la instalación del intendente de San Miguel, que en su jura contó con la presencia de pocos intendentes y de algunas figuras relevantes como Jesús Cariglino.

El presupuesto define

Tal como están planteadas las cosas, la verdad surgirá de una cuestión de pesos. Si la cartera de De La Torre recibe una significativa transferencia de fondos destinados a apoyar las gestiones municipales, significará que su rol será clave. Si, en cambio, sus adversarios en el gabinete lo bloquean, su rol sería bastante menos trascendente.

A todo esto, en el Tigre la tensión aumenta porque se sabe que el macrismo, golpeado por la crisis de las tarifas, va a aumentar su agresividad política en Buenos Aires para evitar que Massa capitalice electoralmente la suma de tropiezos que va acumulando el gobierno. En el entorno del líder renovador habría estallado a todo esto una interna bastante intensa entre dos mujeres con carácter: la jefa de los diputados nacionales massistas, Graciela Camaño, y Malena Galmarini. Para la primera, la ruptura con el macrismo sería inminente e inevitable, cosa que no cree la segunda. De algún modo, Jorge Macri también terció en la cuestión al levantar la voz para recordar que mantiene sus aspiraciones para ser el primer candidato a senador nacional de CAMBIEMOS por Buenos Aires. Un mensaje a Vidal en el sentido de que está esperando que el gobierno platense avance intentando la fractura del Frente Renovador. El cálculo que hacen en este sector es simple: Massa demostró en el 2013 ser un muy buen tiempista que lanzó su candidatura a último momento, desconcertando a CFK. Ahora podría estar intentando algo similar, ganando tiempo como “garante de la gobernabilidad” para neutralizar los ataques del PRO hasta último momento, lanzándose a la pelea electoral cuando muchos supongan que ya no sería candidato. Esto implica el tendido de cortinas de humo como las recientes giras de Malena que podrían interpretarse como que en realidad la candidata es ella.

Conocedor de sus debilidades estructurales y de la capacidad que tienen los tres gobiernos del PRO (el nacional, el bonaerense y el porteño) para volcar recursos y captar sectores del peronismo, Massa buscaría ganar tiempo y desconcertar al oficialismo. O sea, una repetición de su operación ante Cristina Kirchner.

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