Por Luis Tonelli.-

En uno de sus artículos más afamados, Guillermo O‘Donnell, “el Juego Imposible” dio cuenta de las dificultades de la oposición para vencer al peronismo y de allí la recurrencia de golpes militares “preventivos”.

El problema era sencillo, la UCR se encontraba dividida en la UCRP y la UCRI. Si ambas fracciones se juntaban podían vencer al peronismo, pero al ir por separado, los militares entonces proscribían al peronismo y, además, castigaba con la destitución a quien osara entrar en componendas electorales con Perón. O sea, el juego resultaba imposible porque si los partidos hacían lo que hacían en cualquier democracia y buscaban maximizar sus votos (lo que implicaba atraer los votos peronista) eran derrocados.

Un punto importante en el análisis de O’Donnell era que también a nivel electoral el juego mostraba su imposibilidad. Los votantes opositores no sabían a quien dirigir sus votos. La UCRP podía exhibir que era la más opositora al peronismo, pero la UCRI de Frondizi aparecía como la que podía ganarle al peronismo. En esa confusión se daba la partición del voto y la imposibilidad de vencer la hegemonía electoral peronista a través de las urnas.

Afortunadamente ya nuestra democracia tiene 30 años, los militares ya no son los árbitros del juego político y el peronismo no está proscrito. Pero la oposición adolece del problema de la fragmentación lo que aleja las posibilidades de alternancia y la cifran solo en la ocurrencia de nuestras fatales crisis sistémicas.

Maurice Duverger en su momento tuvo la osadía de afirmar haber encontrado las leyes que regían el comportamiento electoral. Así postuló que si las elecciones eran regidas por un sistema electoral mayoritario iba a producir un sistema bipartidista (como el caso de manual del sistema británico, ahora no tan de manual). Si se daban bajo un sistema proporcional, este generaría un sistema multipartidista.

Es discutible que estas generalizaciones hayan adquirido alguna vez el carácter de leyes físicas, máxime en estas épocas de debilidad de las estructuras partidarias. Pero en todo caso, el actual caso argentino demandaría enunciar una tercera ley de Duverger: un ballotage imperfecto favorece al predominio oficialista ante la fragmentación de los opositores, que se ilusionan cada uno con ganar.

Los votantes opositores se encuentran en un dilema parecido al de los votantes no peronistas de los 50s y 60s: no saben a quién dirigir y concentrar los votos si quieren que no gane el candidato del Frente para la Victoria. Lo que ha resultado en una polarización a medias, con el oficialismo concentrando sus votos pero la oposición en dispersión. La coalición Cambiemos aparecía como la candidata natural a concentrar los votos. Sin embargo, el entender al electorado como un mercado de consumidores similares llevo a sus estrategas a presentar un discurso lavado y no polarizante. Hecho aprovechado por ese velociraptor tigrensis, Sergio Massa, que no sólo mantiene el caudal conseguido en las PASO sino que incluso sigue creciendo.

O sea, los votantes tienen esa imposibilidad de maximizar estratégicamente su voto: Cambiemos puede forzar una segunda vuelta pero el Frente Renovador puede ganar en esa segunda vuelta.

La imposibilidad de que se de esa secuencia genera la paradoja que es aprovechada por el candidato del Frente para la Victoria quien se esperanza así de resolver su propia paradoja: Para obtener una mayoría, Daniel Scioli debería diferenciarse del kirchnerismo, pero sin su apoyo perdería ese piso decisivo para ganar las elecciones.

Claro que Scioli tiene un enorme aliado: el peculiar ballotage argentino que enviste presidente a quien supera los 45 puntos de voto afirmativo o más de 40 sacándole 10 puntos de diferencia al segundo. Esta última hipótesis es la que maneja el equipo sciolista conformándose de todas maneras con poder vencer a Macri en la segunda vuelta, en el caso de no poder evitarla.

Massa aprovecho el shock paralizante que le causó a Macri el carpetazo a Niembro, para convencer a no pocos que podía entrar en el ballotage consolidando esa tercera posición tan cómoda para los votantes peronistas anti K.

Así como están las cosas, y tal como les sucede a los planetas, la política argentina a pocos días de las elecciones asume un carácter inercial, pareciendo difícil que aparezca algún aerolito con la densidad suficiente para alterar las órbitas electorales. Claro que alguien puede siempre exclamar, sin embargo, eppur si muove! (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

Share