Por Carlos Tórtora.-

Los resultados de ayer mostraron nuevamente un error en la estimación de la mayor parte de las encuestas, que se inclinaron por señalar que el Frente de Todos tendría alrededor de 15 puntos de ventaja sobre Juntos por el Cambio. Esto denota que no fue adecuadamente ponderada la influencia de la marcha del “Sí se puede” en la intención de voto a Mauricio Macri, que terminó levantando a 40 puntos con un crecimiento de más de 7 puntos con respecto a las PASO. Desde ya que esta mayor moderación en la diferencia implica un claro mensaje para los ganadores en el sentido de que no hay un cheque en blanco y que el polo de poder que se embandera en el antiperonismo mantiene una importante cuota de poder. Del cotejo de los números surge que los 16 puntos de diferencia que Axel Kicillof consiguió fueron decisivos para que el triunfo de Alberto Fernández no corriera riesgos.

De ahí el lugar destacado que Kicillof tuvo en el estrado donde se festejó el triunfo. El rol de éste parece trascender la gobernación para ser el vocero del cristinismo.

Con estos números, aumentaría en cierto modo la necesidad del futuro presidente de contar con el consenso de los gobernadores peronistas,

DOS QUE SE NECESITAN

Un dato a señalar es que ayer a la noche empezó a funcionar un nuevo entendimiento entre el presidente electo y el saliente. Macri se ungió como jefe de la oposición y dos horas después el Banco Central ajustó al máximo el cepo cambiario, que es lo que entre líneas sugirió Cristina Kirchner que debía hacer Macri.

Este último necesita recomponer su estrategia en función de que quedó lejos de superar los 54 puntos que CFK obtuviera en el 2011. Un interrogante que puede hacerse es si el haber conseguido un triunfo moderado predispone a que Alberto F le ceda mayor espacio en el poder al cristinismo, pese a que él sostuvo que ella no tendría ni voz ni voto en el armado del gabinete nacional.

Desde ahora y hasta diciembre, el ejercicio del poder descansa en la mesa chica de Alberto F y Macri. El primero necesita afianzarse para poder controlar un peronismo que está acostumbrado a jefes con peso territorial y el segundo busca quedar instalado como jefe de la oposición, donde tanto Horacio Rodríguez Larreta como María Eugenia Vidal quieren tener peso en las decisiones.

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