Por Rodolfo Patricio Florido.-

Muy lejos de algunas picardías electorales, el escándalo de violencia, asaltos, tiros, heridos y urnas quemadas en Tucumán debería preocupar y ocupar a los ciudadanos, jueces y fiscales de la República. Naturalizar el fraude, independientemente del volumen que este tenga, es inaceptable para una Democracia que se supone que después de 32 años ya debería haber madurado un poquito.

Estos actos, destruyen la legitimidad del que gana y le da carácter épico al fracaso del que pierde. Los ciudadanos deberían detenerse un segundo a pensar que cuando se accionan las armas para atacar votantes y militantes o cuando una horda de 400 personas se apropian de un colegio y queman las urnas (haya sido quien haya sido) esto supone inevitable y desgraciadamente una planificación. ¿O alguien asiste el domingo a votar pensando naturalmente en tirar tiros, llevar urnas previamente cargadas, robar urnas, quemarlas y agredir gendarmes?

Nada de esto es normal. Es una locura naturalizarlo. Hace 32 años cuando votamos por primera vez en auténtica libertad, votar fue una fiesta. Hoy, en algunos lugares de nuestra patria pareciera que es una aventura de turismo de aventura y extremo. Y una de las cosas más tristes es que esto suceda en… “el jardín de la República”… esa expresión entre literal y poética que hoy sería aventurado expresarla.

¿Cuánto tiempo imagina el lector que hace falta para que; si la lógica del Poder es disputar su permanencia sin códigos ni legalidad alguna, la oposición adopte mecanismos similares o peores, en una nueva lógica que nos incendiará a todos en un altar de vergüenzas e indignidades?

¿Cómo se imaginan que el mundo, al que todos apelan para intentar lograr el ingreso de capitales de desarrollo, verá esas imágenes de urnas desparramadas, votos quemados, gendarmes heridos y dignidad republicana destruida?

¿Alguien cree por ventura que algún capital vendrá a un país en el que todos los resultados son siempre cuestionados por la violencia y la arbitrariedad?

Todo esto es una locura. Y aunque intenten naturalizarla como si fuera parte del folklore electoral no deja de ser una locura. El resultado es un concepto primitivo y brutal… aman tanto el poder que están dispuestos a violarlo para sostenerlo.

Los límites se borran. Cuando parece que se ha llegado al último límite, se corre una vez más. Así se naturaliza la violación republicana, instalando en el ciudadano el concepto de que cuando todo parece haber llegado a un límite, este se corre y así hace que la arbitrariedad anterior parezca menor y tolerable. Al final actuamos como esos ciudadanos agradecidos con el delincuente porque les robaron pero no los golpearon y les perdonaron la vida. Una locura.

Es como si nada importara. La propia Junta Electoral Provincial confirmó que 42 urnas fueron incineradas, 15 mil votos fueron quemados, más de 400 telegramas están “observados” (eufemismo que se usa para no decir que los telegramas no reflejan las planillas), se comprobaron “doble fajas que pudieron haber sido adulteradas en varias urnas” (no dicen cuantas) y que el 10% del padrón está bajo sospecha. Por otra parte y muy sospechosamente, durante más de 12 horas el recuento de los votos se detuvo en el 81% de las mesas escrutadas. Es como si todo se hubiese detenido en el tiempo.

La verdad es esto, por más que quieran disimularlo, es una vergüenza por donde se lo mire. Y, una parte de la vergüenza está diseñada para; en las generales de octubre, hacer lo que sea necesario para que Scioli sume algún punto que acerque al kirchnerismo a retener el poder y con él la impunidad. Bien lo decía ayer el periodista, Carlos Tórtora en su nota “La escandalosa elección tucumana: ¿un anticipo de la primera vuelta nacional?”… “¿Está el kirchnerismo dispuesto a todo con tal de que Daniel Scioli arrime al 45%?”

Pareciera que SÍ. Dependerá luego de la oposición y la Justicia Electoral que la transparencia retome el camino de la dignidad. Importa menos el resultado que la certeza ciudadana de que el proceso fue transparente y… hoy por hoy, no lo es.

Debe entenderse esto en su más profunda concepción. La Democracia es esencial como valor de libertad y la transparencia es un certificado que debe garantizar que no sea sólo una formalidad viciada de arbitrariedades que termine vaciando de contenido el derecho ciudadano.

Que el Jefe de Gabinete y aspirante a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández, diga que la elección de Tucumán fue “normal”, asusta más que la elección en sí misma. Si esto es “normal” que queda entonces para algo anormal. Urnas llenas antes de votar, gendarmes heridos, urnas incendiadas, telegramas adulterados, fajas de seguridad duplicadas… ¿esto es normal?

¿Así quiere Daniel Scioli, el hombre supuestamente prolijo, dialoguista, el de la fe y la esperanza, intentar llegar al poder? Así, el poder es tan ficticio como su lancha de 1279 pesos.

32 años de Democracia merecen una mejor calidad institucional y no esta vergüenza que debería asolar la dignidad moral de ganadores y perdedores. Aunque quizás también seamos el país que festeja “la mano de Dios” o sea que no le importa el cómo de un triunfo sino el resultado aunque este implique la inoculación del virus que destruya la República en el altar de un individualismo corrupto que busca sostener la impunidad, entronizándola como un valor más importante que la libertad. Algo así como si nos dijeran… tenés la libertad de decir y pensar lo que quieras mientras que no te metas con mi libertad de mentir, engañar, corromper y traicionar la República como sistema y la Democracia como vehículo.

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