Por Guillermo Cherashny.-

El desconcierto reina en el gobierno nacional, donde su presidente divaga diariamente en los reportajes que da todos los días a periodistas amigos, que lo dejan hablar, y cuando lo hace libremente, acuña frases delirantes como la «inflación autoconstruida» y «el diablo» que produce la inflación galopante, aunque se supone que esos pensamientos surgen de sus charlas informales con Gabriela Cerruti, la portavoz, quien dijera que la inflación es un «maleficio»; de ahí que el presidente y su círculo íntimo esperen un exorcismo para bajar la inflación antes que formular un plan de estabilización y esté contento con la actuación de Guzmán.

En efecto, el ministro de economía delegó la lucha contra la inflación en Kulfas y Feletti, quienes fracasaron rotundamente en esa política y no tienen otra respuesta que los controles de precios.

A todo esto, Gustavo Beliz, influido por el presidente y la portavoz, lo convencieron de proponer un control del estado en las redes sociales, ya que Fernández y Cerruti son los blancos principales de todos los memes en Twitter y Facebook y lo empoderaron a Beliz, cuya trayectoria democrática no se discute, para que plantee ese control autoritario al cual el presidente y su portavoz son tan afectos. Pero la reacción de todos los sectores impidió la tentación totalitaria.

No hay duda de que desde la incorporación de Gabriela Cerruti al gobierno el presidente dice más pavadas y disparates que nunca en su corto y desastroso mandato, al punto de llegar al más absoluto ridículo, que se extiende a todos los funcionarios, como Moroni, que dice que los salarios no peligran con la inflación, y Feletti, que no se pueden hacer milagros para bajarla.

Share