Por Carlos Tórtora.-

El reordenamiento del tablero electoral a través de una elección de tercios en la Provincia de Buenos Aires (CAMBIEMOS, el Frente para la Victoria y el Frente Renovador) empieza a demostrar una serie de condicionamientos que la realidad política le impone a sus actores. El primero, que los votos son intransferibles. CFK sabe que su alta intención de voto de alrededor del 30% no pasaría automáticamente a la intendente de La Matanza Verónica Magario ni a ningún otro candidato K. Otra que mide muy alto, María Eugenia Vidal, de ningún modo le podría transferir su capital a Esteban Bullrich o cualquier otro candidato de Mauricio Macri. Y a Sergio Massa le ocurre lo mismo. Las encuestas en sus manos demuestran que si él no es candidato ni su esposa Malena Galmarini ni su aliada Margarita Stolbizer se acercarían a sus guarismos.

En segundo lugar, el escenario que asoma es una combinación de situaciones anteriores, lo que demuestra la incapacidad de innovación de la dirigencia política. Massa puso un pie en su candidatura a senador definiéndose como el opositor principal a Cristina, olvidando que ahora ella es también candidata opositora y que, en este revival del 2013, el oficialismo es el PRO, no el kirchnerismo. A su vez, el imaginario colectivo ya visualiza para el 2019 una repetición del duelo por la presidencia entre Macri y su predecesora. La mayor parte de los encuestadores entienden que la Casa Rosada no apunta mal: ella no podría ganar un ballotage por su alto porcentaje de rechazo y esto le daría al jefe del PRO la llave para su segundo mandato. Se trata, por supuesto, de una hipótesis válida hoy pero relativa para el futuro. A la inversa de lo que está ocurriendo en Brasil, en el mercado electoral argentino ser candidato con altas mediciones ya otorga una especie de inmunidad, algo así como fueros anticipados. Si la ex presidente confirma su candidatura, cualquier ofensiva judicial que intente contra ella, por ejemplo, el juez Claudio Bonadío, será criticada por muchos como un intento de proscripción. Sin duda alguna que la creciente ola del escándalo de Odebrecht incomoda al gobierno tanto como al kirchnerismo y los empuja a reconstruir una polarización que ya está probado que funciona.

El conurbano táctico

Así las cosas, el macrismo reaccionó ante la ex presidente saliendo a mostrar que un intendente clave, el lomense Martín Insaurralde, podría correrse del kirchnerismo. Marcos Peña, por su parte, fustigó a Florencio Randazzo, que sigue diciendo algo que nadie le cree: que le disputará las PASO del Frente para la Victoria a CFK. Sin duda alguna, el principal motor de este nuevo cuadro político fueron los intendentes peronistas del conurbano. Éstos no mueven con mentalidad estratégica sino eminentemente táctica y visualizaron dos factores: el PRO no es para nada generoso en los acuerdos que implican ceder lugares en las listas y dentro del peronismo, la única figura que les asegura un caudal de votos para mantener la mayoría en sus respectivos consejos deliberantes es CFK. De este modo y una vez más, el peso político del conurbano empuja al país dentro del túnel del tiempo y al peronismo lo condena al peor de los castigos: no poder renovarse y seguir atado a una década marcada por la corrupción y la destrucción de las instituciones.

No cabe duda de que una derrota o tal vez apenas una mala elección en Buenos Aires conmocionaría al PRO y afectaría los planes reeleccionistas de Macri, pero golpearía todavía más directamente a Vidal, que viene tejiendo con unos cuantos caudillos peronistas y con Massa, con la esperanza de que la fragmentación del PJ le allanaría al camino a las listas del partido amarillo.

A todo esto, se vislumbraron desde el poder muestras de que el Grupo Clarín sigue siendo indispensable para la estrategia electoral del gobierno.

Para empezar, la Cámara Federal porteña confirmó los sobreseimientos de los principales directivos de Clarín y La Nación en la causa que investiga la transferencia de acciones de Papel Prensa durante la última dictadura militar.

La decisión tomada por los camaristas Jorge Ballestero y Leopoldo Bruglia alcanza al CEO de Clarín, Héctor Magnetto; la dueña del grupo, Ernestina Herrera de Noble, y al directivo de La Nación, Bartolomé Mitre.

Completó lo primero que el juez federal Claudio Bonadío procesó al líder de Nuevo Encuentro Martín Sabbatella por «abuso de autoridad», a raíz de la adecuación forzosa a la ley de medios del Grupo Clarín.

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