Por Luis Tonelli.-

“¡A Scioli lo votan los que odian a Macri; a Macri lo votan los que odian a Scioli; y a Massa, lo votan los que odian a los otros dos!”. La confesión de uno de los más importantes senadores nacionales sintetiza el estado de la política actual a menos de dos meses de las elecciones. No hay entusiasmo. Hay bronca. No hay esperanzas. Hay temores. No hay voto propositivo. Sólo hay voto defensivo.

En las encuestas, Daniel Scioli se encuentra a la misma distancia de vencer en primera vuelta que Mauricio Macri de forzar a que se realice una segunda vuelta, donde en teoría tiene mejores chances. La paradoja de la persistencia electoral de Massa se refuerza cuando las encuestas marcan que si él fuera quien pasara a segunda vuelta, tendría muchas chances de ganarle a su competidor, quien quiera que sea. Massa es el “secondbest” de los votantes de Scioli y de los votantes de Macri, pero está muy lejos de obtener la primera preferencia de una mayoría de votantes que le permitiría pasar a segunda vuelta.

En la oposición, se da una doble competencia: todos sus candidatos tienen como principal objetivo sacarle votos a Scioli, pero también tratan de sacarle votos a los demás opositores. La unión de la oposición se da en las fotos opportunities y en misteriosas cenas entre sus candidatos de las que dan cuenta los diarios. En la práctica, Felipe Solá le pide explicaciones a “Macri y a Carrió” por el poli-rubro que armó el periodista Fernando Niembro para atender a un monocliente, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Seguramente no haya nada ilegal en ello, pero cuando uno convierte el eje de la campaña en acusaciones de corrupción, “no sólo se debe ser, sino fundamentalmente parecer”. Y allí la única forma de estar preservado del contraataque es, paradójicamente, estar lejos del poder. La única que está en esa situación es Elisa Carrió, quien cultiva el “poder del in-poder”, pero claro, al compartir un mismo espacio con los que si detentan poder, se la puede interrogar -retóricamente- de porque castiga mediáticamente a algunos y no a otros. Son los problemas que enfrentan siempre los Savonarolas.

Esa competencia que se da entre candidatos de una oposición des-unida, se da en el seno del Frente para la Victoria, en las típicas tensiones entre Presidente saliente y candidato que pretende ser Presidente y que no es de su palo. Ya en el final de la primer presidencia constitucional del país, la de Justo José de Urquiza, se dieron estos problemas con Santiago Derqui, así que no hay aquí porque sorprenderse de nada.

Luego del desgaste de una década en el poder, con una economía alertagada y con problemas de todo tipo, los que le tienen miedo a “lo nuevo” no son tantos como para garantizar sin dudas el triunfo electoral, y más bien, el FPV está finito, finito. Scioli se encuentra estabilizado en unos 40 puntos duros. Pero le cuesta hacer volver al redil a algunos de esos 15 puntos que votaron a CFK en el 2011 y hoy se han estacionado en Sergio Massa. La sorpresa entonces está más bien en la vocación que se tiene en el sciolismo de ponerle almohadones en las tensiones con el cristinismo, cuando Scioli creció siempre en las ocasiones que el kirchnerismo le rayaba la pintura.

Ciertamente, una conflagración entre CFK y Scioli podría generar la idea de que el principal activo del cual se precia el actual candidato del FPV, la gobernabilidad, en realidad no existe. Pero así podría tomar distancia de la mufa que habita en los sectores medios cansados de la inflación, de la presión impositiva y del cepo cambiario.

Scioli busca la combinación de tensión y concordia pero todavía no ha podido lograr el mix óptimo de ambos componentes. El resultado de esto es que no ha conseguido (ni buscado) colocarse en el centro de la campaña oficialista, y el centro sigue ocupado por la Presidenta, que tiene un caudal de apoyo bárbaro para alguien que se va, pero que no alcanza para entronizar categóricamente al que viene.

En la Argentina se vota a Presidentes que transmitan la idea de que van a Gobernar (aunque después las circunstancias del Gobierno no se lo permitan). Corolario: las dudas que despierta Uno, por el conflicto interno que se ha desatado en el peronismo sólo son compensadas por las dudas que despierta el otro respecto al conflicto externo que tendrá con el peronismo. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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