Por Jorge Raventos.-

Las primarias de hoy han adquirido, de pronto, tonalidades tormentosas y funestas.

Las lluvias, granizos e inundaciones que afectaron sobre todo la provincia de Buenos Aires han resonado como ecos dramáticos de la sombría guerra que se libra en la interna oficialista de ese distrito, específicamente en la lucha por la gobernación bonaerense. Es decir: en una pulseada por el poder en el territorio más poblado, económicamente más significativo y socialmente más explosivo del país.

Una mochila pesada

Las gravísimas denuncias contra Aníbal Fernández divulgadas desde el programa de Jorge Lanata recalentaron la puja por la gobernación bonaerense y, habida cuenta de que lo que se discute es el principal distrito del país, también el clima político general.

Fernández no sólo es uno de los dos precandidatos oficialistas a ocupar el sillón de Dardo Rocha, sino también jefe del gabinete de la señora de Kirchner. Que a un personaje con esa carga representativa se le hayan imputado responsabilidades en el manejo de la provisión a carteles narcos mejicanos de efedrina (un precursor empleado en la producción de drogas “de diseño”) y también la “autoría intelectual” de hechos de sangre (en principio el llamado “triple crimen de General Rodríguez”) puede responder a alguna intención temeraria, pero no constituye un dato menor y sin duda no es algo que se pueda desestimar inculpando al mensajero.

El jefe de gabinete no refutó las denuncias; utilizó el recurso de acusar ácidamente a aquellos a quienes él atribuye “la operación”: el grupo Clarín, sus adversarios internos (la fórmula con la que compite, constituida por el presidente de la Cámara Baja, Julián Domínguez y el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza), amén del periodista Jorge Lanata (que registró entrevistas con dos personas que señalaron a Fernández por aquellos hechos, una de ellas en un penal dependiente del gobierno de la provincia de Buenos Aires y otra en el departamento porteño de Elisa Carrió).

Aníbal Fernández duplicó la apuesta: acusó a sus rivales de “comprar droga a los transas”. En vísperas de las PASO el oficialismo comenzó a temer que sus posibilidades en el distrito decisivo -con el que espera compensar modestas performances en Córdoba, Santa Fe, Capital Federal, Mendoza y varias capitales de provincia- caigan heridas por fuego amigo.

Según las encuestas, Fernández, apoyado por el cristinismo más recalcitrante, venía hasta ahora punteando en la interna que lo enfrenta con Domínguez, el presidente de la Cámara de Diputados. De acuerdo a muchos analistas, el eventual triunfo del jefe de gabinete perjudicaría las posibilidades electorales de Daniel Scioli (mucho más después de las graves denuncias en su contra).

Dudas bonaerenses

Por sus propios motivos, la mayoría de los intendentes del oficialismo bonaerense ya resistía la fórmula que Fernández integra con Martín Sabbatella como vice.

Sabbatella, formado en el semillero del Partido Comunista, es presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (ariete en la guerra K contra los medios independientes) y fue alcalde kirchnerista de Morón. Aquellos jefes territoriales peronistas le imputan actuar como quinta columna en la mayoría de los municipios del gran Buenos Aires hostigando a la dirigencia justicialista.

Con la mira puesta en ese flanco vulnerable, la lista de Domínguez y Espinoza había lanzado el lema “Para un peronista no hay nada mejor que dos peronistas” y ha trabajado para que los intendentes no distribuyan en sus municipios las boletas que incluyen a Sabbatella y Fernández.

Pero la denuncia del programa de Lanata elevó mucho más la temperatura del conflicto y así, la puja bonaerense del Frente para la Victoria se ha convertido en la incógnita más importante del domingo: enfrenta (se verá hasta qué límite) aparatos e intereses poderosos; puede determinar una capitis diminutio para la candidatura presidencial de Scioli y perjudicar su recolección de votos en el electorado independiente.

El centro de las inquietudes de las PASO no es, entonces, la puja presidencial sino la interna oficialista bonaerense. ¿Se ratificará la influencia creciente de los jefes municipales y conseguirán bloquear a la dupla Fernández Sabbatella? ¿Deberá cargar Scioli con el lastre de un candidato a gobernador con graves acusaciones sobre sus espaldas? Si Fernández llegara a imponerse como candidato, ¿podrían los intendentes que hoy se oponen a él canalizar en octubre votos hacia otros postulantes, como Felipe Solá o María Eugenia Vidal?

Malos pensamientos

Como puede apreciarse, la interna bonaerense del Frente para la Victoria -una instancia decidida en soledad por la señora de Kirchner a raíz de la desobediencia de Florencio Randazzo, quien se negó a ser candidato único a la gobernación cuando la Casa Rosada le negó la chance de pujar con Scioli por la presidencia- abre el campo a muchas especulaciones y vicisitudes.

En cuanto a la presidencia, las PASO no ofrecerán grandes novedades: se sabe quiénes son los protagonistas de esa carrera y las dudas residen en las distancias que los separarán. Conocer esos detalles permitirá, quizás, un pronóstico plausible sobre la eventualidad de que el escrutinio de octubre determine o no un ballotage y quién sería en tal caso el desafiante de Daniel Scioli en esa segunda vuelta.

La puja por la presidencia se ha desarrollado dentro de fronteras muy civilizadas; hasta ahora, los candidatos principales se han criticado pero no se han combatido. Han evitado los excesos. Interpretan así un mandato de la opinión pública, hastiada de confrontación estéril.

Ese clima no excluye, sin embargo, elementos volátiles, personalidades imprevisibles o situaciones destructivas, que los candidatos principales a la presidencia se esfuerzan (no siempre con éxito) por encuadrar y disciplinar.

Lo que resulta más ominoso es que, en este contexto, la palabra muerte ha vuelto al escenario político. La experiencia indica, lamentablemente, que las palabras convocan hechos, siembran consecuencias.

“Nos van a tener que matar…”, desafió Aníbal Fernández a quienes definió como sus enemigos, en su acto de cierre, en el cine Gran Rex de la Capital Federal.

En otro extremo del escenario político, Elisa Carrió, socia importante del espacio Cambiemos, reiteró estos días variados pronósticos fúnebres, algunos referidos a ella misma, otros, a Daniel Scioli («Lo van a matar para que el Presidente sea Zannini» ).

No es raro que se invoque a la muerte cuando se confirman las preocupaciones largamente expuestas por la Iglesia sobre la presencia del narcotráfico en el país. “Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización», había rogado en público el Papa Bergoglio seis meses atrás, amplificando las expresiones del episcopado argentino durante los últimos años.

El voto de hoy, el de octubre y, si es menester, el de noviembre constituyen herramientas para enderezar el rumbo.

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