Por Carlos Tórtora.-

La Liga de Gobernadores, un grupo heterogéneo y con intereses en muchos casos contrapuestos, parece ser, sin embargo, una variable bastante funcional para diversos sectores. El macrismo, desde ya, mira con simpatía la reaparición de la Liga por diversos motivos: le baja el precio a Sergio Massa como garante de la gobernabilidad y, al mismo tiempo, levanta una barrera muy conveniente para el caso de un crecimiento fuera de control de CFK. También festejan los sectores del peronismo que están fuera del kirchnerismo. En cambio es obvio que la ex presidente está fastidiada. De los gobernadores del PJ sólo le responde incondicionalmente Alicia Kirchner, muy golpeada por la reciente derrota. Ni siquiera su ex Ministro de Salud, el mandatario tucumano Juan Manzur, es un soldado obediente de la causa. Y mucho menos el formoseño Gildo Insfrán.

No es menos cierto que unos cuantos gobernadores del PJ que salieron mal parados de las PASO están obligados a mostrarse sumamente contemporizadores con el macrismo, dada su actual debilidad. La nómina la encabeza el cordobés Juan José Schiaretti, cuya lista quedó casi 20 puntos debajo de CAMBIEMOS y le sigue Alberto Rodríguez Saá, que no sólo ve acercarse el final de su dinastía sino la inminencia de serios problemas judiciales. El pampeano Carlos Verna también integra la lista de los obligados a conciliar con el poder.

Gradualismo extremo

En la otra vereda de la lista, la de los ganadores de las PASO, hay un solo gobernador que se proyecta en el espacio nacional y es el salteño Juan Manuel Urtubey, que sólo se mostró victorioso y disponible, llegando sólo hasta el punto de criticar a CFK y eso es todo.

Ante la ausencia de figuras nacionales de gran calibre, Urtubey emerge naturalmente como el rival de una Cristina que nadie imagina ganándole a Macri en el 2019. Con un año no electoral por delante, hay consenso entre los gobernadores acerca de que la prioridad en el 2018 es negociar la gobernabilidad con la Casa Rosada.

Sin embargo, hay una sola hipótesis que puede alterar estas previsiones. Si CFK gana la elección bonaerense en octubre, con seguridad no eludirá ponerse el vestido de candidata presidencial. En ese caso, el peronismo sería un hervidero difícil de contener y la mayor parte de los gobernadores, para evitar que el cristinismo les complique sus feudos, estarían casi obligados a empujarlo a Urtubey a plantarse como el otro candidato peronista. Esta situación crearía un escenario anticipado de polarización en el PJ que cambiaría también los planes del gobierno.

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